Por María Marta Preziosa
Fuente: acde
1 de septiembre de 2025

¿Qué diferencia a la inteligencia humana de la artificial?

Esta pregunta que escuché hace poco y da para mucho más que dos páginas, me pareció un buen disparador para esta breve reflexión acerca del respeto por la dignidad humana en el ámbito de la inteligencia artificial y sus aplicaciones al mundo laboral y de la empresa.

La nuestra hoy es una época donde se pone en duda el valor del ser humano (“digno” en su etimología griega significa “valioso”). Muchas veces se lo pone a la misma altura que los animales, otras veces se lo considera reemplazable por un robot o una app. De alguna manera, cada vez más se hace difícil establecer una diferencia de valor entre el ser humano y el mundo natural y el mundo artificial. Antes, la superioridad o centralidad del hombre era prácticamente indiscutible; hoy, algunos pensadores de la tecnología se proponen derribar la mirada “androcentrista”, sobre todo, en tanto se desarrollan tecnologías que se hibridan con el cuerpo humano o en tanto las inteligencias artificiales van ganando autonomía, toma de decisiones o “singularidad”.

Interstellar (2014)

Esta película de Christopher Nolan -que ya he comentado varias veces me parece profundamente cristiana. Situada en un futuro de grandes avances tecnológicos la tierra se ha vuelto inhabitable. Se hace necesario enviar misiones en busca de nuevos mundos para vivir, misiones que viajan en naves espaciales y realizan viajes interestelares.  En uno de los diálogos del guion, uno de sus personajes se pregunta si no sería más simple (o menos riesgoso) enviar robots en esos viajes para cumplir esas peligrosas misiones.  Otro de los personajes responde:

Un viaje a lo desconocido requiere de improvisación. Y las máquinas no pueden improvisar bien porque no se les puede programar el miedo a la muerte. El instinto de supervivencia es nuestra más grande y singular fuente de inspiración

Es así, nuestra inteligencia está transida por nuestro deseo de supervivencia tanto individual como colectivo. Nuestra inteligencia y su creatividad está moldeada por un cuerpo que sabe que va a morir.  Ese deseo es una fuerza que nos impulsa a sobrevivir, a retrasar la muerte, a vivir y es una fuerza que no está en los robots.

Supervivencia, creatividad y empresa

El deseo de supervivencia impulsa la creatividad, la resolución de problemas, la superación de las dificultades de la vida que nos afectan a todos. Muchas de ellas son propuestas de empresarios y empresas, que fabrican productos o brindan servicios de alimentos, medicamentos, energía, comunicación, construcción y contribuyen a la vida, a su calidad y su extensión. Por supuesto, también hay empresas cuyos productos son destructivos, no es necesario decirlo. La cuestión sobre la que me focalizo aquí es diferenciar y valorizar la inteligencia humana respecto de la inteligencia artificial ¿Para qué? ¿Por qué?  Porque ese mismo instinto de supervivencia puede convertirnos en antisociales, tanto como individuos o como empresa, teniendo conductas predatorias o manipuladoras en las que le quitamos -de hecho- el valor al otro, su dignidad.  Y, también, porque en el mundo laboral es bastante posible reducir a la persona a su función.

Como decía hace poco en La Nación el economista Eduardo Levy Yeyati, la inteligencia artificial reemplazará funciones y no personas. La inteligencia artificial es mejor, más poderosa o rápida, o más eficiente que un individuo en algunas de las funciones de la inteligencia. Pero las personas aún tienen la experiencia (que Levy Yeyati llama conocimiento tácito)

Ética en las decisiones empresariales frente a la IA

Sabemos también que el empresario suele tener que tomar decisiones en las que confluyan ética y eficiencia, decisiones que no son fáciles si prestamos atención a la variable humana. En las empresas suele haber algunos mandamientos (no son en todas los mismos) que tienden a reducir a las personas: ya sea a sus funciones, ya sea a sus resultados. Por ejemplo, uno de ellos es “lo que no se mide no existe”. Reducir la realidad a un solo factor o a un solo criterio para tomar decisiones nos permite desarrollar la ilusión de controlarlo. Y, si bien es útil y eficiente controlar una serie de variables, creer que el tablero de control es la realidad no termina siendo ni útil ni eficiente.

Más allá de la supervivencia: el deseo de trascendencia

Pero, claramente, los seres humanos, no solo estamos movidos por la supervivencia sino por el deseo de transcendencia, por el impulso a salir más allá de nosotros mismos y estar con otros, convivir amablemente, trabajar mancomunadamente, compartir la amistad social, a amar -de diversos modos.

Y entre esos dos deseos (el de supervivencia y el de trascendencia) aparece la conciencia, la distinción entre el bien y el mal, que les da forma, dirección o guía. Conciencia que no es un cálculo racional como el de los autos autónomos que tienen que decidir si atropellar a tres ancianos o a una madre con su bebe. La conciencia se da en la interioridad de la persona -que no es solo inteligencia- sino también un cuerpo que carga con las decisiones que toma.

Por último, volviendo a Interstellar, la película nos muestra cómo no es la tecnología quien falla, sino las personas: por su soberbia, su manipulación, por no cumplir sus promesas. La esperanza de habitar un nuevo mundo no puede basarse solo en el avance científico y tecnológico. Tal como dice uno de los protagonistas:

El amor es lo único que somos capaces de percibir que trasciende las dimensiones del tiempo y el espacio. Quizás deberíamos confiar en ello, aunque aún no lo entendamos.

Palabras más, palabras menos, esto se dijo el 22 de agosto de 2025, en el Jubileo de Empresarios, Sede de la Accion Católica Argentina, Ciudad de La Plata.