Por Samuel Gregg
1 de Diciembre de 2014

 Especulación es una de esas palabras que pone los pelos de punta a muchos cristianos. Evoca visiones de gente que tiene ganancia fácil sin esfuerzo aparente y algunos la asocian con las crisis financieras.

Entonces, ¿qué debe pensar un cristiano sobre la especulación? El Catecismo de la Iglesia Católica identifica a «la especulación en la que uno se las ingenia para manipular artificialmente el precio de los bienes con el fin de obtener una ventaja en detrimento de los demás» como «moralmente ilícita» (CIC # 2409). Esta redacción indica que hay formas legítimas de especulación, aunque éstas no se especifican.

La justicia de diferentes opciones calificadas como «especulativas» depende de las características específicas de cada determinada opción. La especulación que depende, por ejemplo, de falsedades, está mal porque decidir mentir es, en términos cristianos, siempre malo. Sería igualmente injusto para una empresa financiera el tratar de manipular el mercado de futuros expresando a los demás optimismo o pesimismo excesivos sobre las perspectivas de un producto dado.

Estos ejemplos son muy diferentes del tipo de especulación que lleva a la realización de juicios prudentes acerca de lo que se compra y vende en el mercado de valores a la luz de lo que, sobre la base de conocimientos, experiencia y evidencia, se juzga que es probable que suceda en el futuro. La especulación puede ser abusada o mal utilizada. Pero sólo porque los bancos dan algo de crédito a las personas equivocadas, eso no quiere decir que debamos eliminar el crédito por completo, ni el mal uso de las técnicas especulativas vuelve necesario un cercenamiento severo de la especulación.

También hay mayor y menor grado de especulación, en función del tamaño de la «apuesta» y qué tanto puede preverse razonablemente el futuro. Cuando un banco, por ejemplo, concede un préstamo pequeño de dos años a un negocio establecido con un historial de reembolso oportuno de los préstamos, lo hace con un alto grado de certeza de que el préstamo será pagado.

La escala de la especulación -—y riesgo— se incrementa en el caso de, por ejemplo, un fondo de cobertura que opte por tomar prestada una gran cantidad de dinero con el fin de especular sobre el valor futuro de una mercancía o moneda en períodos variables de tiempo. Los forward dealings, como se les llama, buscan capitalizar los movimientos de precios esperados que me permiten vender caro y comprar barato. Esto puede implicar la compra de productos, acciones, o materias primas en la expectativa de que, mientras tanto, los precios caerán (una transacción bear) o aumento (una transacción bull). El grado de incertidumbre en torno a todos estos factores significa que el riesgo especulativo es generalmente más alto que un préstamo a un pequeña empresa estándar.

Dado el grado inevitable de especulación involucrada en cualquier decisión económica, es difícil ver cómo la especulación en sí misma podría ser mala en el sentido de que todo acto de adulterio, por ejemplo, es intrínsecamente malo. También debemos recordar que la especulación consiste en tomar un riesgo, y el riesgo siempre ha sido entendido como legitimación de un justo derecho a los beneficios resultantes.

La especulación, ya sea en divisas o materias primas, no es un ejercicio exento de trabajo. Cuando un fondo de cobertura decide ir «largo» o «corto» en el precio futuro de un bien, rara vez lo hace por mero capricho de alguien. Estas empresas emplean a un gran número de pronosticadores, agentes e incluso matemáticos modeladores, en un esfuerzo por hacer la más exacta estimación especulativa posible. Aunque a menudo retratada como una actividad que se traduce en una enorme ganancia sobre la base de poca mano de obra, la especulación implica a menudo muy grandes cantidades de trabajo realizados por grupos de personas altamente conocedoras que pueden perder mucho (incluyendo sus empleos) si cometen errores significativos de juicio.

Lo importante a destacar aquí es que la capacidad de alguien para obtener un beneficio como un especulador no emana del engaño a nadie —ni de ninguna habilidad mágica de su parte para hacer que el precio de los artículos de primera necesidad, tales como el aumento de los alimentos y la comida, para así ponerlos fuera de la capacidad de los pobres para pagarlos. En lugar de eso, logra un beneficio porque correctamente estimé que, por ejemplo, la demanda de petróleo sería mayor que el suministro de petróleo en el futuro. Del mismo modo, la pérdida de mi procedería de mi fracaso para estimar de que el suministro de petróleo iba a superar a la demanda en el plazo de un año.

También hay que estar atento a las formas en las que la especulación puede contribuir a una mejor utilización de los recursos económicos. La especulación —ya sea en monedas, alimentos, productos— puede, por ejemplo, contribuir a la estabilidad relativa de la vida económica, ayudando a calibrar la oferta y la demanda de muchos bienes más allá del corto plazo.

Mucho más podría decirse de la especulación. En condiciones específicas, sin duda puede tener efectos negativos. Pero antes de que los católicos condenen (o sin reservas alaben) la especulación, es importante que entendamos esta herramienta financiera en toda su complejidad. Sólo entonces podremos emitir un juicio sobre un acto de especulación en el mercado.

Nota

La traducción del articulo Understanding speculation publicado por Legatus Magazine el 1 de Diciembre de 2014, es de ContraPeso.info: un proveedor de ideas que sostienen el valor de la libertad responsable y sus consecuencias lógicas.

Samuel Gregg es research director en el Acton Institute. Su más reciente libro es Tea Party Catholic.