MISIÓN
El Instituto Acton tiene como misión promover una sociedad libre y virtuosa, caracterizada por la defensa de los derechos personales y la economía de mercado, en armonía con los principios religiosos judeocristianos.
VISIÓN
Ser un referente, dentro del mundo académico y divulgativo de habla hispana, para laicos y religiosos, en lo que hace a la conciliación entre cristianismo, liberalismo clásico y economía de mercado.
PRINCIPIOS
Muestran la integración entre los principios de la economía de mercado y los de la tradición judeocristiana.
Dignidad de la persona humana
Todo ser humano está creado a imagen y semejanza de Dios, posee inteligencia y voluntad libre, y tiene por ello derechos inalienables y anteriores a cualquier autoridad, que deben ser siempre respetados.
Desarrollo humano integral
Gobierno limitado
Los gobiernos humanos no son Dios: son seres humanos que tienen el deber moral de respetar la dignidad humana. Por ende, los gobiernos deben ser limitados por una constitución liberal clásica cuyo control de constitucionalidad impida a los gobernantes violar las libertades fundamentales de cualquier ciudadano.
Libre albedrío de las acciones humanas y responsabilidad moral
Los seres humanos tenemos derechos porque antes tenemos un deber: respetar la dignidad. Una sociedad libre tiene su garantía moral última en las virtudes judeocristianas de la templanza, la prudencia, la fortaleza y la justicia. Solo la justicia está bajo el control del Gobierno si se cometiera una violación de las libertades individuales.
Naturaleza humana herida por el pecado
Una sociedad libre no se funda en el hecho de que el ser humano necesariamente sea bueno en términos morales. Al contrario, está herido por el pecado original; por ende, de modo especial, los gobiernos deben tener límites institucionales contra las tentaciones de abuso de poder. Las libertades individuales no se fundamentan en la bondad moral de las personas, sino en su dignidad humana, que establece el debido proceso para todos. Una sociedad humana necesita el incentivo de la propiedad, la seguridad jurídica y la estabilidad política para desarrollar toda la libertad de empresa que constituye la clave del desarrollo.
Riqueza como creación humana
La riqueza es el resultado de la acumulación de bienes de capital, que a su vez son el resultado de la creatividad humana, que por su parte debe ser incentivada por un gobierno limitado que no ponga trabas a esa creatividad. La libertad crea la riqueza; los gobiernos, la destruyen. La riqueza no está en los recursos naturales ni en la cantidad de trabajo, sino en la libertad para desarrollar inversiones que aumenten los salarios reales de toda la población.
Derecho a la libertad religiosa, de expresión, de enseñanza y de asociación
El liberalismo clásico afirma las libertades individuales de todas las personas. La noción de persona fue introducida en Occidente por el judeocristianismo. Esas libertades se fundamentan NO en el escepticismo moral, sino en que la verdad no debe ser impuesta por la fuerza. Hoy, más que nunca, estas libertades deben ser defendidas ante los nuevos autoritarismos que intentan eliminarlas.
Propiedad privada de los medios de producción
La propiedad privada de los medios de producción es la clave para el cálculo económico que permite el desarrollo de los pueblos. La propiedad es lo que elimina la pobreza. Es la garantía de la Civilización Occidental y la paz.
Valor subjetivo de los bienes en el mercado
Los bienes en el mercado tienen valor si son demandados por los consumidores. Ese es el inicio de la cadena de valor que se traslada a toda la cadena productiva y a los medios de producción. Los gobiernos que intentan proceder al revés ignoran esta ley económica fundamental y producen, entonces, pobreza. Que el valor de los bienes en el mercado sea subjetivo no implica que no existan criterios objetivos de valoración desde un punto de vista moral, técnico o estético.
Para comprender la importancia de un instituto como este, nos parece adecuado hacer una explicación introductoria.
Desde mediados del siglo XIX en adelante, la relación del magisterio pontificio con las ideas que promovían la libertad política, fue, para decir lo menos, tensa. Esa tensión se debía fundamentalmente a la confusión conceptual y práctica entre cierto racionalismo antirreligioso, presente en algunos ámbitos intelectuales de la Revolución Francesa, con las genuinas ideas de libertad política y económica, basadas en la noción de derechos inalienables de la persona humana. En ese momento, importantes pensadores, tales como Lacordaire, Rosmini, Ozanam, intentaron aclarar las cosas, pero sus esfuerzos fueron valorados sólo retrospectivamente.
Lord Acton advirtió la necesidad de mantener los avances de una sociedad libre, en el marco de una fuerte ética cristiana y orientó su trabajo en esta dirección. En el siglo XX, pensadores como L. Sturzo y J. Maritain dedicaron todos sus esfuerzos a la misma clarificación conceptual. Afortunadamente, el Concilio Vaticano II, en declaraciones tales como Gaudium et spes y Dignitatis humanae puso en claro que una sociedad libre y virtuosa nada tiene de contradictorio con el Catolicismo, pero aún queda mucho por hacer en otros ámbitos, como el tan delicado tema de la economía de mercado que ha tomado un especial giro con el magisterio social de Juan Pablo II y en particular con la encíclica Centesimus annus.
Instituto Acton pretende ser una humilde colaboración para la causa de esa clarificación conceptual. Lejos está de nuestra misión el pretender deducir un sistema político y económico específico de las pautas generales de la ética social católica y de la Doctrina Social de la Iglesia, pero sí aclarar, permanentemente, que una sociedad libre y una economía libre, inserta en un marco cultural de virtudes morales, no se contradice de ningún modo con el Catolicismo Romano y tampoco con los principios de la Doctrina Social de la Iglesia.