Enero 2015
Por Jorge E. Velarde Rosso para el Instituto Acton Argentina
En septiembre de 2014 escribí para el Instituto Acton Argentina un breve texto titulado “La Clase de Ratisbona”[1] como respuesta a dos artículos aparecidos el mismo mes que querían reivindicar la figura de Benedicto XVI presentándolo como un visionario/profeta que adelantó los horrores del fundamentalismo islámico. Hoy, enero de 2015, tras los atentados terroristas a la revista francesa Charlie Hebdo, vuelve la tentación de instrumentalizar la figura del papa emérito y su magistral discurso. Pero además, el fenómeno internacional ‘Je Suis Charlie’, como expresión de repudio a la violencia fundamentalista, justifican con creces ampliar las reflexiones de entonces. Para ello, recordaré en primer lugar algunas ideas del primer artículo. Luego describiré una fundamental característica fenómeno ‘Je Suis Charlie’ y luego una breve conclusión.
Repasando la clase de Ratisbona
La ‘clase de Ratisbona’ no fue sobre el Islam, ni mucho menos contra el Islam. Benedicto XVI no fue un profeta del desastre. En primer lugar porque el profeta bíblico-cristiano no es adivino; sino un enviado a recordar al pueblo que no se olvide de Dios. Si Benedicto XVI fue profeta en Ratisbona lo fue en este sentido bíblico. Querer atribuirle una supuesta advertencia sobre el peligro del fundamentalismo islámico es un sinsentido. Primero porque ese peligro es real desde hace mucho y segundo, porque no es válido interpretar el pasado con intereses tan sesgados por la coyuntura.
La clase no estaba pensada para interlocutores islámicos, y el objetivo no era alertar a Occidente de los peligros del fundamentalismo islámico. Tan es así, que las palabras Islam y musulmán (incluyendo sus respectivas derivaciones) solo aparecen seis veces en total (tres cada una incluyendo sus respectivas derivaciones). ¡Raro texto que habla de un tema que casi no se nombra! ¡Curioso autor el que comete semejante error!
El Papa Ratzinger estaba hablando a profesores universitarios y reflexionar sobre cómo en la visión cristiana fe y razón son mutuamente necesarias y dependientes. Su preocupación estaba más centrada en el peligro del lento socavamiento de esta relación al interior del cristianismo, y muy especialmente de la Iglesia Católica. A este proceso lo llama deshelenización. Tan solo esta palabra está citada más veces que los términos islam y musulmán, pues aparece siete veces en el texto.
La preocupación de Ratzinger estaba centrada en Occidente y la Iglesia, para que no pierdan esa característica de diálogo y contrapeso entre su herencia judeo-cristiana y helénica. Benedicto XVI estaba hablando a los teólogos católicos –a quienes sí puede exhortar– a no descuidar este elemento tan característico de la fe católica. Tanto le preocupaba este tema que ocupa más del 50% del texto y describe, con bastante detalle, tres momentos de ese proceso de deshelenización. Llega a afirmar que la tercera etapa se está difundiendo actualmente. ¡Esa es su mayor preocupación! Dicho de modo positivo: el núcleo de la ‘Clase de Ratisbona’ podría resumirse de la siguiente forma: no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios –por usar una expresión del propio texto–.
El papa emérito nos plantea una disyuntiva entre un Dios-logos y un Dios-arbitrio. Un dios absolutamente trascendente, para quien su voluntad no estuviera vinculada a ninguna de nuestras categorías, ni siquiera a la de la racionabilidad, es en última instancia una noción irracional. Una visión así termina justificando la conversión por medio de la violencia, y la violencia sin más. Como pontífice en ejercicio, quiso alertar a los suyos, profesores y estudiantes de teología, a no caer en la tentación de la trascendencia absoluta de Dios. Porque si la trascendencia y la diversidad de Dios se acentúan de esta manera exagerada, “nuestra razón, nuestro sentido de la verdad y del bien, dejan de ser un auténtico espejo de Dios”.[2] Y esta no es una noción bíblica-cristiana, ni siquiera es una noción racional. De ahí que Benedicto XVI se pregunte si:
“La convicción de que actuar contra la razón está en contradicción con la naturaleza de Dios, ¿es solamente un pensamiento griego o vale siempre y por sí mismo?”[3]
“Je Suis Charlie”
“Por honradez, sobre este punto es preciso señalar que, en la Baja Edad Media, hubo en la teología [católica] tendencias que rompen esta síntesis entre espíritu griego y espíritu cristiano. En contraste con el llamado intelectualismo agustiniano y tomista, Juan Duns Escoto introdujo un planteamiento voluntarista que, tras sucesivos desarrollos, llevó finalmente a afirmar que sólo conocemos de Dios la voluntas ordinata.
…
En contraste con esto, la fe de la Iglesia se ha atenido siempre a la convicción de que entre Dios y nosotros, entre su eterno Espíritu creador y nuestra razón creada, existe una verdadera analogía, en la que ciertamente —como dice el IV concilio de Letrán en 1215— las diferencias son infinitamente más grandes que las semejanzas, pero sin llegar por ello a abolir la analogía y su lenguaje.”
A riesgo de que este fragmento sea demasiado técnico para algunos lectores, valía la pena citarlo, principalmente porque refleja la honradez intelectual del autor. Benedicto XVI reconoce explícitamente que la tentación de la absoluta trascendencia de Dios es también un peligro para la propia Iglesia Católica y para el cristianismo en general. Por eso presentar la ‘clase de Ratisbona’ como una llamada de atención ante el fundamentalismo islámico y querer reivindicar el texto en cualquier contexto inmediatamente posterior a algún ataque terrorista perpetrado por grupos fundamentalistas islámicos es peligroso, y no hace justicia a las intenciones más nobles de Ratzinger. Sin duda él condena el fundamentalismo; ¡pero cualquier fundamentalismo, no solo el islámico! Y su mayor preocupación no es ese fundamentalismo. ¿Cabe imaginar algo más atrabiliario que un pontífice católico dirigiéndose – ¡y llamando a la razón!– a fundamentalistas islámicos?
¿Entonces, por qué usar la cita del emperador bizantino? ¿Para qué hablar del Islam?
Lo hace para comparar configuraciones culturales e históricas a partir de las configuraciones mentales que las originan. Es decir, concebir a Dios de una u otra manera tiene consecuencias distintas en la vida personal, social, cultural y por lo tanto tiene consecuencias importantes en el largo plazo histórico. Las culturas occidental e islámica (si es que es posible expresarse así) compartieron al menos hasta el siglo XIV una similar curiosidad por la filosofía griega antigua. Averroes, Siger de Brabante, Tomás de Aquino, Étienne Tempier –por citar algunos nombres– son todos parte un mismo proceso; proceso que en Occidente logró desarrollarse de modo mucho más fecundo. Este desarrollo fue posible gracias a la apertura de la Iglesia Católica al pensamiento griego. Sin haber sido un camino lineal ni fácil, en la Iglesia prevaleció una actitud abierta a la filosofía y las interpelaciones de la razón. Esta actitud fue madurando en Occidente, incluso hasta el punto de volverse contra la religión que le dio origen.
Cuando en Europa se rompió la unidad religiosa católica y aparecieron las guerras de religión, la convicción de que actuar contra la razón está en contradicción con la naturaleza de Dios ya estaba tan difundida que era parte del acervo cultural occidental. En consecuencia, el razonamiento lógico llevaba a concluir que Dios no podía estar detrás de ese tipo de guerras de religión. La Ilustración condenó lo irracional de aquellas guerras y así fueron surgiendo nociones deístas y poco a poco, agnósticas hasta llegar al ateísmo más militante conocido por la humanidad: el marxismo. No casualmente ese marxismo se reivindicó a sí mismo como científico. “Fue precisamente la seguridad marxista de poseer el camino, científicamente garantizado… lo que sedujo a muchas de las más audaces mentes de nuestro tiempo”.[4] Y no en vano Charlie Hebdo es un semanario satírico de izquierdas.
En la cultura musulmana, tal posibilidad no se desarrolló. El fuerte materialismo aristotélico-averroísta no pudo ser contestado –todavía– satisfactoriamente desde El Corán, como sí pudo hacerlo Tomás de Aquino desde la tradición cristiana. El Islam, como configuración cultural, se cerró sobre sí mismo, penalizó el debate interno, apostó por un dios absolutamente trascendente.
Quizá la peor pérdida de la cultura musulmana contra Occidente no se jugó en Lepanto o a las afueras de Viena, sino en los libros.
Todo este repaso histórico fue necesario para hacer notar una característica importante del fenómeno “Je Suis Charlie”, ese rechazo casi unánime de Occidente a este atentado. “Je Suis Charlie” patentiza la convicción occidental de que actuar contra la razón está en contradicción con la naturaleza de Dios. Que muchos en Occidente consideren que Dios es una hipótesis irracional, es –para este asunto– un poco secundario. Pues, solo en Occidente, gracias a la apertura inicial y fundamental del catolicismo, el pensamiento racional pudo desarrollarse de tal manera.
Conclusión
Ahora bien, una razón sorda a las tradiciones religiosas es tanto más peligrosa que una religión fanatizada. Ratzinger ya había formulado claramente esta idea en 2004, en su encuentro con Jurgen Habermas. Y la repitió en Ratisbona:
“Para la filosofía… escuchar las grandes experiencias y convicciones de las tradiciones religiosas de la humanidad, especialmente las de la fe cristiana, constituye una fuente de conocimiento; oponerse a ella sería una grave limitación de nuestra escucha y de nuestra respuesta”.[5]
En su pretensión racionalista –propia de la izquierda ilustrada que se piensa superior a todo el mundo– la revista Charlie Hebdo ha insultado frecuentemente a miles y millones de seres humanos –judíos, cristianos y musulmanes– y, me animaría a decir, que a todos quienes creen en la trascendencia del hombre. Como parte del mundo occidental, la inmensa mayoría de esos ofendidos simplemente se abstiene de comprar la revista. Siendo realistas, la mayoría de esos muchos millones de personas ni siquiera la conocían antes de este último ataque. Algo más de un millón sí, ya que su tirada ronda el millón de ejemplares. Lo que quiere decir que menos de ese millón la compra y la lee. Y quizá otro tanto la conoce de oídas (o vistas, como se prefiera). Algunos pocos –no necesitan ser la mayoría, pues los radicales nunca necesitan ser muchos– la han atacado en más de una ocasión, siendo esta última de enero de 2015 la más grave. Después de repetidos ataques, quizá una actitud racional hubiera aprendido a moderarse. Ni siquiera por respeto a esos millones de creyentes, sino simplemente por instinto de conservación. ¿Pero qué puede esperarse de quienes, como adolescentes, se autoproclaman irresponsables?[6]
En otras palabras, esta revista extrema la libertad de expresión occidental hasta ser insultante para muchos. Pero porque vive en Occidente, vive de la tolerancia de esa mayoría, que tras siglos de historia entiende que la violencia es siempre un último recurso y que unas simples –aunque ofensivas– caricaturas no ameritan la violencia. Por eso, como ya se dijo, el fenómeno “Je Suis Charlie” ha expresado de modo patente algo de lo mejor de la cultura occidental; i.e., esa convicción de que actuar contra la razón está en contradicción con la naturaleza de Dios. Considero que interpretar el fenómeno como una expresión de laicismo ateo y militante es errónea. Cierto que Charlie Hebdo lo es, pero los millones de “Je Suis Charlie” se han expresado, no a favor de la revista, sino en contra la violencia sin sentido, en contra la justificación arbitraria de que Dios justifica la violencia, en contra el fundamentalismo que se toma todo en serio y no es capaz de ver que se trata de caricaturas, dibujos que casi por definición no deben ser tomado en serio.
Personalmente no diría “Je Suis Charlie”, porque Charlie Hebdo es una expresión patológica de occidente, una manifestación de una razón sorda a las tradiciones religiosas milenarias y que en su pretensión racionalista se considera superior a la mayoría y con todas las licencias para ofender a quienes no piensen igual. Pero saludo el fenómeno mundial porque comparto la convicción de que actuar contra la razón está en contradicción con la naturaleza de Dios.
[1] https://institutoacton.org/2014/09/30/la-clase-de-ratisbona-una-respuesta-a-elise-hilton-y-george-weigel/
[2] http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2006/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20060912_university-regensburg_sp.html
[3] Ibíd.
[4] Ratzinger, Joseph, Truth and Freedom, en: Communio: Internacional Catholic Review, Spring 1996. Traducción de J.V.R.
[5] Cf. Benedicto XVI, Discurso de Ratisbona.
[6] La portada de la revista incluye debajo del nombre Charlie Hebdo la leyenda: “Journal Irresponsable”.
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