Por Felicitas Casillo
La literatura y la creación artística implican un diálogo entre hombres y mujeres de tiempos y sitios dispares. Desconocer ese legado es amputar una herencia para el futuro.
Fue Francisco de Quevedo quien en el Soneto “desde la Torre” afirmó sobre la lectura aquello de “vivo en conversación con los difuntos / y escucho con los ojos a los muertos.” En otro soneto célebre, Shakespeare había rematado: “Todo mi arte es volver sobre palabras viejas/ para nombrarte una y otra vez ¡siempre!” Ambos autores, que fueron contemporáneos durante el siglo XVI, describen su vínculo con las palabras como un legado.
La idea de continuidad libera a la literatura de dos tentaciones: el afán estéril de anclarla en el pasado, y la intención meramente disruptiva que a menudo transforma al arte contemporáneo en un terreno de vanidades donde la novedad se erige como valor y búsqueda fundamental. Cabrían varias preguntas acerca de esto último: ¿Qué significa el concepto de novedad en el terreno creativo? ¿Es acaso romper las estructuras, los temas, el estilo? ¿Es un borrón de todo lo anterior y cuenta – o cuento- nuevo?
Ya en el Siglo XX, el filósofo del lenguaje Mijail Bajtín comprendió los géneros discursivos – los tradicionales y también los usos cotidianos de la lengua- como una conversación. “Todo enunciado es un eslabón en una cadena, muy complejamente organizada, de otros enunciados”, argumentaba Bajtín y explicaba que cuanto más se dominan los géneros discursivos “tanto más libremente” son aprovechados. Fue él quien deslizó que las palabras estaban cargadas de una especie de “eco dialógico”, y que cada una de nuestras emisiones era una respuesta hacia el uso que la lengua había tenido en cierto contexto. Pero la expresión no solamente se relacionaba con el pasado sino con “eslabones posteriores”. Escribir, entonces, o simplemente comunicar, era responder a la tradición y preguntar hacia el futuro, o viceversa, pero siempre implicaba la noción de respuesta.
De esta forma, si el hombre puede crear de manera “novedosa” es solamente como una respuesta a esa conversación anterior que además continuará. Pero, ¿qué significa responder? Con respecto a esto, en su ensayo Mere Christianity, C. S. Lewis fue más lejos aún: “En arte y literatura ningún hombre preocupado por la originalidad lo será realmente. En cambio, quien intente decir la verdad se transformá, sin ni siquiera darse cuenta, en original.”
Lo realmente fructífero, entonces, parece ser la reflexión acerca de qué impulsa nuestra creación. Esto es, qué nos preocupa como creadores. ¿La nostalgia o la vanidad? ¿La imitación o la novedad? Incluso aunque lo ignoremos, escribimos y leemos como parte de una conversación antigua.
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