22/02/2016
Fuente: AICA
San Francisco (Córdoba) (AICA): El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Buenanueva, afirmó que “en contraposición a lo que piensan todas las formas de integrismo (de derecha y también de izquierda), no hay una línea directa entre el evangelio y la construcción política del mundo” y reconoció que “no hay una traducción posible y unidireccional del Evangelio a la mayoría de las cuestiones que se debaten en el complejo mundo de la política, la economía y la vida social”. Y al reflexionar sobre la frase en uno libro, aseguró: “No. Para ser cristiano no hay que hacerse peronista¨.
El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Buenanueva, afirmó que “en contraposición a lo que piensan todas las formas de integrismo (de derecha y también de izquierda), no hay una línea directa entre el evangelio y la construcción política del mundo”.“A nadie -tampoco al discípulo de Jesús- se le ahorra la fatiga de buscar, de razonar y de decidir empeñando la propia libertad”, sostuvo, y agregó: “Prudencia y justicia son virtudes cardinales, distintas de las teologales, aunque vinculadas a ellas. Suponen una condición humana abierta a la fe. O, como diría Benedicto XVI: la fe purifica a la razón y ésta ayuda a que la fe no degenere en fanatismo”.
En una reflexión sobre “Fe y política”, el prelado consideró que “no hay una política católica, aunque sí tal vez, un modo cristiano y católico de vivir la política”.
“La confusión entre ambos planos ha sido siempre fatal. Buena parte del rechazo que hoy vive la fe en muchos países de tradición católica se debe a esa mixtura indebida entre religión y política, clérigos y funcionarios”, estimó.
“De ahí que la cuidadosa separación de planos entre la política y la religión, la Iglesia, el Estado y la sociedad, sea un logro de la civilización en la que también ha influido el cristianismo (Dios no es el César). Un proceso tan doloroso como necesario. El precio que pagamos para ser realmente libres”, indicó.
Monseñor Buenanueva reconoció que “a los católicos, clérigos incluidos, nos cuesta mucho comprender y asimilar la cultura de la libertad propia de la modernidad”, y advirtió que “existe una secreta fascinación por el uniformismo de pensamiento y acción”.
“Duele aceptar realmente la pluralidad, no solo al interior de la misma Iglesia, sino también de las sociedades de las que somos parte –admitió-. Como si no tuviéramos razones de fondo para sentirnos cómodos en la ciudad moderna, donde Dios habita, actúa y mueve a las personas”.
El obispo propuso a los católicos “no quedarse callados o inmóviles, sino saber hablar con palabras justas y con gestos lo más transparentes posibles, respetando siempre la autonomía de la sociedad y de los diversos niveles del Estado”.
Para ser cristiano no hay que hacerse peronista
Al reflexionar sobre una frase de uno de los personajes del libro “Todos éramos hijos”, monseñor Buenanueva puntualizó: “No. Para ser cristiano no hay que hacerse peronista. (Mis amigos peronistas entienden lo que quiero decir, como -así lo espero- los eventuales lectores de esta perorata)”, pero alertó que “no hay ni puede haber proyectos políticos mesiánicos que reclamen para sí la exclusividad de la verdad o que sean los únicos caminos para supuestos destinos manifiestos”.
“No hay una única traducción posible y unidireccional del Evangelio a la mayoría de las cuestiones que se debaten en el complejo mundo de la política, la economía o la vida social”, señaló.
Monseñor Buenanueva dijo que “no hay ni habrá nunca cielo en la tierra y que, ese precisamente, es el territorio de nuestro mayor desafío humano: convivir en libertad, hombres y mujeres mucho más distintos de lo que soñamos o esperamos”.
“Un aprendizaje que no podemos darnos el lujo de no hacer, si no queremos repetir errores y alentar nuevas tempestades”, concluyó.+
En una reflexión sobre “Fe y política”, el prelado consideró que “no hay una política católica, aunque sí tal vez, un modo cristiano y católico de vivir la política”.
“La confusión entre ambos planos ha sido siempre fatal. Buena parte del rechazo que hoy vive la fe en muchos países de tradición católica se debe a esa mixtura indebida entre religión y política, clérigos y funcionarios”, estimó.
“De ahí que la cuidadosa separación de planos entre la política y la religión, la Iglesia, el Estado y la sociedad, sea un logro de la civilización en la que también ha influido el cristianismo (Dios no es el César). Un proceso tan doloroso como necesario. El precio que pagamos para ser realmente libres”, indicó.
Monseñor Buenanueva reconoció que “a los católicos, clérigos incluidos, nos cuesta mucho comprender y asimilar la cultura de la libertad propia de la modernidad”, y advirtió que “existe una secreta fascinación por el uniformismo de pensamiento y acción”.
“Duele aceptar realmente la pluralidad, no solo al interior de la misma Iglesia, sino también de las sociedades de las que somos parte –admitió-. Como si no tuviéramos razones de fondo para sentirnos cómodos en la ciudad moderna, donde Dios habita, actúa y mueve a las personas”.
El obispo propuso a los católicos “no quedarse callados o inmóviles, sino saber hablar con palabras justas y con gestos lo más transparentes posibles, respetando siempre la autonomía de la sociedad y de los diversos niveles del Estado”.
Para ser cristiano no hay que hacerse peronista
Al reflexionar sobre una frase de uno de los personajes del libro “Todos éramos hijos”, monseñor Buenanueva puntualizó: “No. Para ser cristiano no hay que hacerse peronista. (Mis amigos peronistas entienden lo que quiero decir, como -así lo espero- los eventuales lectores de esta perorata)”, pero alertó que “no hay ni puede haber proyectos políticos mesiánicos que reclamen para sí la exclusividad de la verdad o que sean los únicos caminos para supuestos destinos manifiestos”.
“No hay una única traducción posible y unidireccional del Evangelio a la mayoría de las cuestiones que se debaten en el complejo mundo de la política, la economía o la vida social”, señaló.
Monseñor Buenanueva dijo que “no hay ni habrá nunca cielo en la tierra y que, ese precisamente, es el territorio de nuestro mayor desafío humano: convivir en libertad, hombres y mujeres mucho más distintos de lo que soñamos o esperamos”.
“Un aprendizaje que no podemos darnos el lujo de no hacer, si no queremos repetir errores y alentar nuevas tempestades”, concluyó.+
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