22 de marzo de 2018
Pablo J. Ginés
Fuente: Religión en Libertad
La Iglesia Católica en Alemania es, casi con seguridad, la más rica del mundo. Sin embargo, espiritualmente es casi estéril y muy cerrada a la evangelización. Hay 23 millones de alemanes que se declaran católicos, pero solo 2,5 millones van a misa con frecuencia. 
Hay un impuesto obligatorio para quien se declare cristiano en el censo y en 2017 la Iglesia católica alemana recaudó un récord absoluto: 6.000 millones de euros (compárese con los 256 millones que recauda la Iglesia española con la ‘crucecita’ voluntaria del IRPF). Se gasta en un ejército infinito de funcionarios eclesiales, que ni siquiera necesitan tener fe o celo apostólico. Desde el año 2000, hay 2,2 millones de alemanes que, según este censo, han dejado la Iglesia: unos, por no pagar el impuesto, aunque aún tengan fe. Otros, porque la religión no les dice nada.
¿Cómo entender todo este paisaje de dinero y mentalidad «de funcionario»? Lo explica a ReL un sacerdote español que lleva 6 años en la diócesis de Aquisgrán (Aachen), ciudad alemana casi en la frontera con Bélgica y Holanda. No quiere dar más datos públicos sobre su identidad para ahorrarse posibles problemas con autoridades de la nomenklatura eclesial del país. Intentamos que el lector católico español e hispano se haga una idea de lo que pasa en Alemania, y en menor medida en otros países vecinos de cultura germánica (Suiza, Austria…)
– ¿Qué es lo primero que nota un católico hispano o mediterráneo cuando empieza a conocer la Iglesia católica en Alemania?
– Ante todo, que es una Iglesia muy organizada y que todo está muy profesionalizado. Hay una potente estructura organizativa, con muchas personas trabajando en ella, con sueldo, con muchos niveles de decisión y de responsabilidad, con mucha especialización. La Iglesia en Alemania se organiza con criterios muy parecidos a los criterios empresariales. Cada problema, cada cuestión tiene su propio nivel de importancia y complejidad y para resolverla encontramos el correspondiente personal de diverso nivel, preparación y decisión. Esto supone automáticamente un gran gasto de energías en reuniones. Nuestras parroquias y diócesis, en países hispanos o del sur de Europa, tienen mucha menos burocracia y financiación.
– ¿Cómo se financia tanta profesionalización?
Con un impuesto religioso, el Kirchensteuer, que no existe en nuestros países y que resulta muy extraño para el inmigrante católico. Cuando nuestra gente llega al ayuntamiento para inscribirse, ha de rellenar un formulario con una pregunta que es obligatorio responder. Ha de elegir entre la casilla de “Evangélico”, de “Católico” o de “Sin religión”. Si contestamos positivamente a cualquiera de las dos primeras, entonces cada mes se nos retira de nuestro sueldo un porcentaje ya establecido que pasa a la iglesia correspondiente. Muchos inmigrantes se sorprenden, no entienden que para ser católico haya que pagar un impuesto.
– ¿Cómo son los líderes católicos en Alemania?
– El liderazgo personal es invisible o ineficaz, devorado por una estructura omnipresente. La palabra “estructura” tiene aquí una densidad y un significado que no tiene en nuestros países de origen.
– ¿Cómo participan los laicos en la parroquia?
– Llama la atención, en una parroquia estándar alemana, que hay poca colaboración de los laicos en las tareas normales de la parroquia. Se limitan a acudir a los servicios religiosos o a algunas colaboraciones muy puntuales, como puede ser la organización de la fiesta de la parroquia o algo similar. Ello se debe a que, en gran medida, muchas tareas se han profesionalizado, con sueldo.
– ¿Qué quiere decir que hay tareas profesionalizadas?
– Por ejemplo, el sacristán es alguien contratado, con una nómina y una jornada de trabajo bien delimitada. Lo mismo ocurre con el trabajo de oficina de la parroquia; e incluso con trabajos más pastorales, como la catequesis o la formación. Igualmente ocurre con el tema del cuidado de la Iglesia, mantenimiento, arreglos, limpieza… Incluso para el ministerio de música encontramos en la mayoría de las parroquias un organista profesional y/o un cantante que dirige el canto. Todos ellos con un contrato de trabajo en el que están exactamente determinadas las condiciones laborales. Así que al resto de los fieles les queda poco por hacer y, de hecho, piensan que “deben ser los asalariados los que lo tienen que hacer, ya que cobran por hacerlo”.
– ¿Cuánta fe o fervor apostólico tienen estos asalariados? 
– Para trabajar así en la parroquia no es relevante tener una fe más o menos viva y comprometida. Es muy bueno tenerla, por supuesto, pero eso es un añadido, algo que te dirán que pertenece al ámbito de lo privado. Lo que importa para realizar estas tareas es tener la preparación adecuada y ser responsable con el propio trabajo. Tampoco consideran relevante el pertenecer a ningún movimiento o asociación laical.
– ¿Quién manda en las parroquias?
– En este país, cuando se habla de «participación» (por ejemplo, «participación de los laicos»), muchas veces se refieren, simplemente, a tener poder de decisión en los órganos decisorios. Y al hablar de “poder” debemos entenderlo en el sentido fuerte de la palabra. Por ejemplo, para la formación del consejo pastoral o administrativo en una parroquia se tienen que hacer elecciones abiertas.
Cualquiera que pertenece oficialmente a la Iglesia, es decir, cualquiera que paga el impuesto eclesiástico, tiene el derecho a presentarse para ser elegido, independientemente de que participe o no en la vida parroquial. Los que obtienen más votos pasan a ser miembros del consejo, sean o no de la confianza o de la línea teológica o espiritual del párroco. El párroco no puede rechazar a ningún miembro electo por la comunidad, ni puede expulsarlo por problemático que resulte.
– ¿Y a nivel diocesano es también así?
 A nivel diocesano, hay “gremios” o sindicatos que representan los intereses de aquellos que trabajan para la estructura eclesial. Por ejemplo, el gremio de los diáconos permanentes, los sacristanes, los administrativos, o de los referentes pastorales, etc. Estos gremios tienen un poder real para influir en las decisiones diocesanas.
– ¿Qué influencia tienen los nuevos movimientos eclesiales, o las cofradías o apostolados de laicos?
– Los nuevos movimientos son, por ahora, poco relevantes. Al partir de planteamientos de vida espirituales, suelen quedarse “fuera” de esta estructura de poder. En la práctica, los movimientos encuentran muchas dificultades para entrar en las estructuras diocesanas y parroquiales. La estructura los mira con desconfianza y en no pocas ocasiones los combate. En cuanto a cofradías y asociaciones de laicos, tal y como nosotros las conocemos en el sur de Europa, prácticamente no existen. Y donde existen, son irrelevantes.
 
– El 16 de febrero, el obispo de Trier, Stephan Ackermann, anunció que la diócesis pasaría de 172 parroquias a solo 35, cada una con un sacerdote, dos laicos a tiempo completo y “uno o dos gestores voluntarios”. ¿Qué significa?
– Significa exactamente eso. Al faltar clero y fieles, se reunifican parroquias. En el ámbito rural, predominante en Trier, donde antes había 10, 20 o 30 parroquias rurales, ahora tiene que formarse una única parroquia, esto es, una única estructura parroquial que atienda a los fieles y administre los sacramentos y sobre todo administre los bienes parroquiales, que suelen ser numerosos. Son pequeñas guarderías (KITA), colegios de primaria o de secundaria, hospitales, asilos, bibliotecas parroquiales, casas de retiros, etc…  Estas nuevas mega parroquias son atendidas por un sacerdote en activo, ayudado por algún sacerdote jubilado si lo hay y algún diácono permanente y esos laicos a tiempo completo.
– ¿Qué es eso de los laicos a tiempo completo en la parroquia?
– Son los llamados “pastoralreferent” y los “gemeindereferent”. Son una especie de laicos muy preparados, con estudios teológicos (3 ó 5 años de teología), contratados con sueldo a tiempo completo por la diócesis. Ayudan al párroco en tareas como la catequesis, la formación y también en la celebración de la Liturgia de la Palabra en los diversos pueblos a los que el sacerdote ya no puede llegar cada domingo. Luego hay también “gestores voluntarios”. Se trata de dos miembros del consejo económico, generalmente con estudios de economía o administración de empresa o con mucha experiencia en ese campo. Son muchas veces jubilados que se comprometen a ayudar al párroco en la tarea de administrar los bienes de cada parroquia. En este caso, podrían incluso tener altas responsabilidades administrativas para descargar al párroco de esta tarea.
– ¿Cómo es la reducción de parroquias en zonas urbanas?
– En diócesis urbanas como Essen o Colonia se produce el mismo fenómeno, pero allí la gente no está tan apegada a sus viejos lugares de culto. Es más fácil desplazarse a la iglesia vecina. Y lo que puede pasar es que se pongan a la venta las iglesias o casas que ya no se pueden mantener.
– La economía en Europa mejora y la Iglesia Católica alemana hizo una recaudación récord de 6.000 millones de euros en 2017 con su impuesto. ¿Cuánto de eso se dedica a evangelización? 
– La mayor parte de ese dinero se destina al mantenimiento de la estructura diocesana. Aquí se incluye mantenimiento de edificios, impuestos, sueldos, seguros, etc… No sé cuánto va de manera directa a evangelizar.
– Desde el año 2000, 2,2 millones de alemanes han dejado oficialmente la Iglesia Católica. ¿Es que han perdido la fe o tienen fe pero no quieren pagar el impuesto religioso? 
– El sistema recauda un porcentaje de tu sueldo bruto para el mantenimiento de la Iglesia. Si en casa hay dos sueldos, son dos impuestos. Si son buenos sueldos, el impuesto es más elevado. Cuando alguien decide dejar de pagar el impuesto, por la razón que sea, recibe una carta del obispado que le comunica que cuando deje de pagar no podrá pedir ninguna «prestación a la Iglesia», esto es, ningún sacramento; y no podrá tampoco ser padrino de bautismo ni de confirmación ni de boda. ¡En la práctica supone una auto-excomunión! La Iglesia local insiste en que el fiel debe pagar ese impuesto, que ayudará a hospitales, Cáritas, escuelas, mantenimiento de edificios, sueldos de sacerdotes, pago de personas contratadas, apoyo a proyectos sociales y misioneros en el tercer mundo…etc…
– Entonces, ¿quizá muchos dejan la Iglesia sólo por no pagar?
– En la antigua RDA comunista, la antigua Alemania oriental, el sistema comunista hizo un trabajo concienzudo de erradicación de la fe cristiana y allí queda sólo un 10 o 12% de creyentes. Allí, durante el Katholikentag (Jornada Católica) que se celebró en Dresde, se hizo una encuesta a la gente de la calle. “¿Es usted creyente?”, le preguntaron a una joven en un tranvía. Ella respondió: “No, yo soy normal”. Ser creyente es ser raro, no ser «normal». En estas zonas hay pocos creyentes, muchos son inmigrantes, de hecho, y por lo tanto se dan menos bajas del impuesto.
– ¿Y las bajas en la Alemania occidental?
– En Alemania occidental, como en otros países ricos de occidente, la gente lleva décadas alejándose de la fe. La novedad es que ahora se ha acelerado. Atención: las iglesias evangélicas pierden cada año el doble que la Iglesia Católica. No es, por tanto, un problema doctrinal. Creo que la verdadera causa es que para muchos alemanes, la Iglesia “ya no dice nada al hombre de hoy”. ¿Cómo vas a financiar algo con lo que ya no tienes vinculación?
 
– ¿Y los inmigrantes y el impuesto religioso?
– Para ellos, sobre todo los del sur, el impuesto religioso es algo extraño, y sencillamente no quieren pagar en Alemania lo que nunca han pagado en sus países de origen. Y eso no supone que hayan perdido la fe.
– Hablemos del clero alemán: según un cuestionario de 2015, la mitad de los sacerdotes católicos alemanes no se confiesa o lo hace solo una vez al año, y la inmensa mayoría de los laicos “comprometidos” tampoco lo hace… ¿Es fiable este cuestionario? 
– Creo que sí, refleja lo que yo he visto en las parroquias alemanas. Hay muchas resistencias a la confesión individual, también entre los inmigrantes que llevan más tiempo en Alemania. Durante muchos años se les ha dicho que ya no era necesario confesarse personalmente con un sacerdote, que bastaba hacerlo con Dios. Muchos han ido solo a celebraciones comunitarias de la penitencia con absolución general. Y, además, en la práctica es muy difícil encontrar sacerdotes que confiesen. A veces, es por causa de la sobrecarga de trabajo. Esta es una dificultad muy real. Pero entre los sacerdotes de 40 a 70 años está muy extendida la idea de que no hace falta la confesión individual para reconciliarse con Dios.
– ¿Son los obispos alemanes especialmente heterodoxos?
– En Alemania hay obispos de todo tipo, pero en la práctica están todos condicionados por esas estructuras enormes que comentábamos. Cuando toda esa gente asalariada de las estructuras eclesiales -que trabaja en colegios, administración, hospitales, universidades, parroquias- es de teología liberal radical, el obispo local poco puede hacer.
Hay diócesis extremadamente liberales. Por ejemplo, en Limburgo se llegó a organizar un complot para desprestigiar y luego hacer caer al anterior obispo. Tengo constancia fundada que la campaña de acoso y derribo a la que fue sometido este obispo partió de un grupo del clero muy liberal y con mucha capacidad de influencia en los organismos diocesanos. Cierto es que el obispo fue extremadamente imprudente en su comportamiento, y tuvo una serie de actuaciones que dieron “munición” a esos grupos críticos. Pero el tema de fondo fue ese: intentó cambiar la orientación de la diócesis y pudieron con él.
Algo parecido pasó en la diócesis de Colonia con el Cardenal Meisner. Este fue una apuesta personal del papa Juan Pablo II para esta diócesis.  El cabildo de la catedral de Colonia hizo todo lo posible por evitar su elección, pero al final el papa impuso su criterio y tuvieron que aceptarlo. Con todo, Meisner tuvo siempre en contra tanto al cabildo catedralicio como a buena parte del clero de Colonia, que nunca lo aceptó.
Con todo, como en todas partes, la mayor parte de los obispos alemanes son “de centro”. Solo que aquí, ser “de centro” no significa lo mismo que en España o en Italia.
– ¿Puede un obispo cambiar la orientación de una diócesis para hacerla más evangelizadora? 
En la práctica, el obispo tiene que dedicar mucho tiempo al trabajo organizativo interno, es decir, al manejo y control de una estructura eclesial hipertrofiada, y también a la representación oficial de la diócesis. En caso de tomar iniciativas positivas en ese sentido, lo suelen hacer por medio de los vicarios generales y buscando responsables de área que estén sensibilizados con ese tema. Pero vuelvo a repetir, la estructura tiene mucha fuerza y puede llegar a ofrecer mucha resistencia al cambio.
– ¿Qué sienten y piensan los inmigrantes católicos devotos –españoles, hispanos, filipinos, polacos– en las parroquias alemanas?
– Les cuesta integrarse. Ven que en las parroquias alemanas apenas hay una comunidad parroquial tal y como se concibe entre nosotros. En España, incluso en la parroquia de barrio más sencilla hay un grupo de gente que te acoge. Aquí prácticamente la única actividad que encontrarán es la misa, y además poco frecuentada, con gente mayor. Al terminar la misa, la gente se va rápidamente, no se queda charlando. Así que es difícil hacer amistades en la parroquia, no hay espacios ni tiempos para ello. Yo, al menos, no los he conocido. Lo que nosotros entendemos como “comunidad parroquial” se puede considerar casi inexistente en una parroquia alemana típica.
– Pero si hay asalariados, habrá actividades…
– Sí, pero organizadas y dirigidas por personas que “trabajan en eso”, con un sueldo. Es una estructura, así que el que llega nuevo no tiene apenas espacio para plantear nuevas iniciativas. Y, de hecho, esas «actividades» que se ofrecen pocas veces son religiosas: hay más bien grupos de teatro, de yoga, de danza, cursos de punto y costura… La oferta propiamente religiosa suele ser escasa, porque no interesa.
 
– ¿Pueden los inmigrantes encontrar un espacio en los nuevos movimientos eclesiales?
– Es que salvo contadísimas excepciones, los consejos pastorales, con el párroco a la cabeza, impiden sistemáticamente la actividad de los movimientos en las parroquias. Los inmigrantes católicos devotos pueden refugiarse en la misión católica de su respectivo país, si hay una cerca; o pueden apoyarse en los miembros de su movimiento, haciendo el esfuerzo de organizarse ellos mismos y de encontrarse. Cuando lo hacen, es una gran ayuda para ellos. Y si no, sencillamente pueden aceptar lo que hay y tratar de vivir lo mejor posible en el ambiente de la parroquia alemana. En general, lo que está vivo en la Iglesia alemana, grupos, movimientos etc., se encuentra fuera de las estructuras parroquiales. Hay vida, poca, pero la hay, aunque está fuera de la vida «normal» de la parroquia.
– ¿Por qué hay obispos alemanes que insisten en el tema de dar la comunión católica a los cónyuges protestantes?
– Primero tenemos que entender que en Alemania hay muchas iglesias protestantes distintas, cada una con sus creencias. Para un evangélico estándar muy conservador, la Eucaristía puede ser como máximo una “presencia moral” de Jesús en el pan y el vino. Ni de lejos una presencia real tal y como nosotros la entendemos.  Para un evangélico liberal es tan sólo la celebración comunitaria que simboliza que queremos seguir el modelo de vida de aquel hombre, profeta extraordinario que fue Jesús, que era tan extraordinario que podía ser algo así como un hijo de Dios.
– Pero los obispos católicos, sobre la comunión a protestantes…
– En realidad los obispos católicos no han dicho mucho. Ha habido tomas de postura pública de alguno de los actuales responsables de la Conferencia Episcopal Alemana, que han encontrado mucho reflejo en los medios de comunicación, porque por lo general son de tendencia liberal. Me consta también que en ciertos obispados el obispo ha prohibido expresamente esa iniciativa. Algún obispo e incluso algún cardenal, se ha posicionado públicamente en contra de ella, con el consiguiente escándalo o silenciamiento de los medios de comunicación, según convenga. Pero creo que no ha habido una pronunciación oficial del episcopado alemán acerca de este tema.
– Pero ¿qué buscan en realidad los obispos que promueven esa comunión a protestantes?
– Mi teoría es que una parte de la Iglesia alemana quiere ser más autónoma respecto a la Iglesia Universal. Quiere autonomía organizativa e incluso doctrinal. Quieren avanzar hacia una especie de organización eclesial al estilo de los protestantes, donde cada iglesia tenga autonomía para decidir sobre cuestiones importantes de eclesiología, de moral o de fe. Buscan que la “unidad” sea solo una especie de “sentimiento”, no algo efectivo. Un “todos somos cristianos dentro de nuestras diferencias legítimas”.  Algo así como ya se da entre los anglicanos actualmente. Esta mentalidad, esta tendencia, ha sido asumida por mucha gente que trabaja en las estructuras parroquiales. Y ha sido promovida desde ciertas teologías y ciertas universidades.
– ¿Y el tema de la comunión para divorciados vueltos a casar por lo civil?
– Divorciados vueltos a casar que comulgan los encontramos no solo en Alemania. También los encontramos en España. Y en algunos casos con la aprobación, al menos tácita, del párroco. Eso no es nuevo. Pero, ¿qué se busca en realidad con este tema?
No hay un clamor de multitudes alemanas por poder comulgar. Poca gente va a misa y la mayoría son ancianos. Quizás algún matrimonio con niños vaya regularmente, pero suelen pertenecer a movimientos, o son cercanos a ellos. Quizás encontremos más familias en alguna misa de niños que se preparan para la primera comunión. Y no suelen comulgar. Una de las cosas que llama la atención en Alemania es el poco hambre de Eucaristía que hay entre los fieles. Si un divorciado vuelto a casar se acerca a comulgar, ¡probablemente nadie le conoce! Y si lo conoce un pequeño círculo de personas, nadie se lo va a impedir. Entonces, ¿de qué se trata en realidad? Se trata de otra cosa, evidentemente. Se trata de forzar un cambio en la práctica sacramental para forzar un cambio en la doctrina.
– Los católicos alemanes son ricos, pero sólo son 23 millones, en una iglesia mundial de 1.200 millones. ¿Cuánta influencia tienen en la Iglesia global?
– La realidad es que la Iglesia alemana ya no es lo que era. Ni a nivel teológico ni a nivel eclesial tienen el peso que tuvieron en el Vaticano II. Quizás algunos de sus miembros pensaron que podían jugar actualmente el papel que jugaron entonces, en las primeras sesiones del Concilio, en concreto en estos temas pastorales que en el fondo pretenden un cambio en la doctrina. Pero pronto se ha visto que ya no son ellos los únicos que estudian, ni los únicos que tienen capacidad de influir en la Iglesia universal.
– Pero la voz de la jerarquía y teólogos alemanes resuena mucho…
– Sí, porque encuentran mucho eco en los medios de comunicación. Pero como ya he dicho, el episcopado alemán está muy lejos de ser un bloque unido.  Y esos pronunciamientos, propios de personajes concretos, me consta que provocan de todo menos admiración en el resto de episcopados del mundo.
– Finalmente, ¿qué haría falta para que esta nación tan rica y con tanta capacidad de trabajo y organización fuese evangelizadora y ayudase a la recristianización de Europa, la defensa de la vida y la familia y las misiones? 
– La realidad, triste y dolorosa realidad, es que la Iglesia alemana se encuentra sumida en una profunda crisis a la que no se le ve salida. En este momento la gente más lúcida, la que mira en clave católica, ve que la Iglesia alemana no tiene capacidad para salir de su crisis por sus propias fuerzas.
– ¿Qué pasos deberían darse para salir de esta crisis?
– Lo primero de todo es que la Iglesia alemana tiene que tomar conciencia de que va por el camino equivocado. Tienen que entender que, de seguir por este camino, van a quedar como un factor social residual sin capacidad efectiva para influir en la vida y la orientación moral de la sociedad alemana. Y eso sería una verdadera tragedia, porque Alemania está llamada a jugar un papel importante en la construcción de Europa.
-¿Qué podemos hacer por la fe en Alemania desde las Iglesias mediterráneas e hispanas?
– Ya lo estamos haciendo. Lo más vital, lo más renovador, lo más evangelizador que hay en la Iglesia alemana son los movimientos, y en concreto los movimientos que han nacido en los países mediterráneos y que están mandando misioneros a trabajar y a crear la Iglesia allí donde ésta ya hace tiempo que ha desaparecido. Gracias a estos movimientos hay alemanes que han tenido una experiencia de la Iglesia como algo vivo y de Jesús como alguien vivo. 
Hay que tener en cuenta que una buena parte de los alemanes ven a la Iglesia católica como una especie de “organismo benéfico”, como si fuera una “extensión” de la administración del estado para hacer cosas buenas por la gente. Una estructura que cobra impuestos y que se supone que los emplea en cosas buenas.  Pero nada más.
– ¿Por qué cree que son renovadores de verdad esas nuevas comunidades y movimientos?
– Porque van abriendo espacios de vida. Son pequeños grupos. Viven al margen de las estructuras eclesiales normales, que no los aceptan o que directamente los combaten. Son flexibles; no necesitan grandes estructuras; pueden organizarse perfectamente en casas particulares o en pequeños locales; tienen gran capacidad de penetración. Y sobre todo, ofrecen algo de lo que la sociedad alemana está muy necesitada: “vínculos humanos y espirituales”; “familias espirituales” en las que vivir la fe en una comunidad, en la que la persona experimenta la cercanía de Dios en la cercanía del hermano. “Padre, ya nunca estará solo”, me dijeron una vez en una de estas familias espirituales a los que ayudé a entrar en mi parroquia y en mi diócesis. ¡Cuánto bien me hizo oír aquellas palabras en aquel momento de mi vida! Y cuánto bien me hace saber que ellos están ahí cuando los necesito. Esto es lo que estamos haciendo. Y cuando los alemanes lo experimentan, lo buscan con toda su alma.