Para Instituto Acton (Argentina)
Por Roberto Estévez
Abril de 2019
RESUMEN:
Partiendo de las ideologías como ideas al servicio de la acción política en la Modernidad, se vuelve sobre los conceptos de “ideologías” e “ideas” desarrollados por el Documento de la Conferencia de Puebla hace cuarenta años, proponiendo la mirada del tiempo actual, como un epílogo ideológico entre la Modernidad que se va y la Actualidad que llega.
El artículo aprovecha para ello, las reflexiones de Erik Voegelin y sus discípulos, sobre las ideologías como “enfermedad del espíritu” y como “religiones políticas”, que se puede relacionar con la idea de “religiones laicas” subyacente en el tratamiento que el Documento de Puebla hace de las ideologías.
ABSTRACT:
If we consider ideologies as ideas at the service of political action in the Modern Era,we go back to the concepts of “ideologies” and “ideas” developed by the Document of the Puebla Conference forty years ago. This document proposed the look of current times, as an ideological epilogue between the Modern Era that is leaving and the Actuality that arrives.
Therefore, the article includes the reflections of Erik Voegelin and his disciples, who consider ideologies to be as a «disease of the spirit» and as «political religions», which can also be related to the idea of »secular religions» underlying in the treatment that the Document of Puebla makes of ideologies.
Con relojes que atrasan: epílogo ideológico a cuarenta años de Puebla[1]
Virginia y yo compramos un terreno al borde de la Ciudad de Tandil. Si bien tardamos cinco años en escriturar, nos permite tener un espacio verde amplio.
Ella es “la jardinera” y yo “el cortapasto”. Ella se empeña en inventar canteros redondeados y colocar un tilo aquí, un roble allí, a mi me encantaría que todo fuera claro y distinto, plano, con líneas rectas y sin obstáculos, pero la realidad dificulta mi trabajo. Para colmo, la pasada Navidad, mi hija menor se dedicó a sembrar el parque de unos soportes de hierro de los que colgaban tarros reciclados de vidrio, con flores y velas aromáticas… ¡nada que ver con nada!
Así, en nuestro jardín, Virginia es la “la política”, yo “el ideólogo” y mi hija la nueva era que viene.
Las ideas y la acción
Hace diez años pensaba que “con el advenimiento del presente siglo la cuestión ha dado un nuevo giro: la discusión se torna por momentos angustiosa y no dudo que, en poco tiempo, pueda ser agresiva… Cada vez se ve más cercano el momento en que los alumnos vuelvan a introducir en las aulas, desde un planteo ideológico, la tensión individuo-comunidad” [2] y aquí estamos, de nuevo con las ideologías, no solo en las aulas sino en la televisión y en las calles. ¿Es esto el futuro, o se trata solo de rémoras de un pasado que se va?
Ya en el siglo XIII se escribía que hay ideas que sirven al conocimiento y otras que sirven a la acción. Las ideas al servicio de la acción no adoptan la misma forma en las distintas civilizaciones, conocimiento y acción son constantes humanas a lo largo de la historia, pero suceden en el tiempo, el espacio y la cultura, que no son idénticas entre una comunidad y otra, en un tiempo y otro.
De ese modo, las leyendas olímpicas no sirvieron en las guerras feudales, y las legendas de los santos no sirvieron en las revoluciones de la Modernidad. Pero los tiempos históricos no son como las horas del día, y el amanecer no cumple con la prolija tarea de esperar el ocaso de la era que se va. Las formas típicas de ideas al servicio de la acción política de la Modernidad, que subsisten mientras la Modernidad se retira y la Actualidad llega rampante, son las ideologías[3].
Los mitos y las utopías, también son ideas al servicio de la acción en la Modernidad, pero parecieran referirse a modos humanos más estables, racionalizables, pero no solo concomitantes con la etapa histórica racionalista de nuestra civilización.
La ideología sirve en el nivel intelectual como justificación de la acción. Ernesto Palacios (1900 – 1979), en su “Teoría del Estado”, dice que la ideología es una “Construcción ideal que se alza en el vacío teórico sin relación con la realidad”; Son construcciones ideales, con un alto componente de racionalización teórica, lo que explica su gran atractivo, porque “la vida es sueño”, pero si no tuviera relación con la realidad no tendría virtualidad para la acción, y la tiene, al revés que los sueños que “sueños son”[4].
Los mitos han servido en la Modernidad al nivel volitivo, para mover a la acción.
Dice de ellos George Sorel (1847 – 1922) que son “Organización de imágenes aptas para evocar instintivamente todos los sentimientos que corresponden a la lucha contra lo existente”. Por su parte Giambattista Vico (1668 – 1774), contradice el supuesto racionalista de que la civilización comienza cuando se desecha el mito. La vida humana, la sociedad y la civilización siempre necesitarán de mitos, aunque sean los mitos de la ciencia y del progreso de la Modernidad, o del Patriarcado de la Actualidad. Es preferible creer en mitos sabiendo que son mitos, a creer en ellos pensando que son verdades, porque cuando finalmente se descubre que no lo son sobreviene el escepticismo, el desengaño y la parálisis mental que caracteriza, a nuestro epílogo de la Modernidad (prólogo de la Actualidad), con el desencanto de la razón.
Finalmente la utopía, nacida como género literario del siglo XVI, se vincularía directamente con la idea de felicidad, como si fuera algo operable solo por la voluntad del hombre, con lo cual lleva al plano de la acción de modo escatológico, relacionado con la esperanza, realizando en muchos casos hay una transposición de la “Edad de Oro” (Pre-edad) al porvenir. En este prólogo de la Actualidad los constructores de utopías con su nueva sensibilidad buenista parecen ignorar que la historia no puede ser juzgada desde el presente y con valores elementales y poco pensados de hoy[5].
Las ideologías en la Modernidad
Las ideologías fueron la forma de pensamiento justificador de la acción más propio de la Modernidad.
Eric Voegelin, polemista con Hans Kelsen, sucesor de Max Weber en su cátedra, expulsado por el nacional socialismo cuando la anexión de Austria, luego de ser tentado por Harvard y Princeton, se instaló en la Universidad de Louissiana. Creyendo que otras Universidades seguían enredadas en la ilustración decadente, con la reaparición de la gnosis en el pensamiento político, no como tradición, ni como identificación, sino como simbolización de algo humano.
Consideraba que el fundamentalismo eclesiástico, la desintegración del conocimiento filosófico y la corrupción del lenguaje habían dejado a los alemanes inermes. Y la alienación de su vida cotidiana les hizo presa fácil de los chispazos gnósticos. Fenómeno que se hará visible en una constelación repetida de mesías que aparecen para liderar esa era poscristiana que han preparado los fundamentalismos[6].
Esa mirada lo hizo profundamente sensible a la experiencia de las ideologías, sobre todo del nacionalsocialismo, pero también del comunismo ruso y del marxismo, del liberalismo, del clericalismo o del revolucionarismo. En todas ellas ve el joven Voegelin diversos modos de deformación de la realidad, de construcción de segundas realidades, de lo que él llama religiones políticas[7].
Ellas son un desarrollo poscristiano, tributario de las teologías civiles que se escribieron luego de las guerras europeas de religión. Un intento de lugar común funcional a una civilización racionalista y simplificadora, desde el Génesis, a los Génesis civiles alternativos, donde el hombre es bueno y la sociedad es la que la corrompe, o el hombre es un lobo para el hombre.
La ideología fue poco a poco sustituyendo la filosofía práctica, la educación moral, por un “enlatado moral”, listo para el consumo, comida chatarra para nuestra inteligencia. Simplifica Lenin en ¿Qué hacer? (1902): “es moral todo lo que favorece a la revolución”. En tanto que Juan Bautista Alberdi, otro exilado luchando por la transformación política de su patria (en su Fragmento preliminar al estudio del derecho de 1837), acoge la complejidad sobre su adversario político: Es norma y basta: es porque es, y porque no puede no ser. Llegará, tal vez, un día en que no sea como es, y entonces sería tal vez tan natural como hoy. El Sr. Rosas considerado filosóficamente, no es un déspota que duerme sobre bayonetas mercenarias. Es un representante que descansa sobre la buena fe, sobre el corazón del pueblo.
A la ideología sólo le interesa transformar, canónicamente, la realidad, no comprenderla. Desprecia la realidad real y se coloca desde una segunda realidad, descalificando cualquier otro pensamiento y haciendo por tanto muy difícil el diálogo moral.
Desgraciadamente este idear amoral fue la forma de acceder al control del instrumento con mayor potencial constructor, pero también destructor, de la historia de la humanidad: el estado moderno. Incluso a través de partidos que usaban los procedimientos de la democracia para llevar al poder valores contrarios a la democracia, que costaron más vidas humanas que ninguna otra experiencia en la historia. Los muertos del régimen bolchevique, los de la Segunda Guerra Mundial, el número todavía desconocido de los de la Revolución Cultural China, y los de la Guerra Fría, incluyendo las dictaduras promovidas por uno u otro contendiente en Asia, África y América Latina desde México a Ushuaia, fueron víctimas de hombres que no reconocían hombres, sino lo que las ideologías les decían que eran esos hombres que veían.
Voegelin contrasta la visión de Max Weber sobre la existencia de dos morales (una del hombre práctico y otra de los de contemplación). Es propio de la nueva sensibilidad que va creciendo al fin de la Modernidad, cuestionar tanto una moral de los resultados (Lenin) como una moral de los deberes (Kant), porque a partir de las experiencias que se quiere que Nunca Más[8] vuelvan a suceder, se hace evidente que este planteo dualista permitió que entre una y otra “moral” se perdiera el hombre concreto, objeto y sujeto único de la moral.
Las ideologías en particular
Si bien como institución, la Iglesia, y en especial la Iglesia en América Latina, no ha pensado a fondo el tema de lo político tal como se manifiesta en nuestro tiempo, las realidades del fascismo (1931), del nacionalsocialismo (1937) y del stalinismo (1937), obligaron a Pio XI a pronunciamientos, que con la pluma de quien luego fuera Pio XII, iniciaron un camino de crítica a las ideologías políticas superior al de sus antecesores.
La Iglesia en América Latina en su enseñanza social, ha acordado sistemáticamente prioridad a lo social y económico respecto de lo político, y por ello sus análisis, hechos desde la perspectiva que ofrece la sociología general, carecen del marco teórico adecuado para pensar el Estado, el régimen político y el gobierno, que hacen a la esencia de lo político.
El régimen político al que Raymond Aron denomina “constitucional-pluralista”, se conoce en América con el simple nombre de democracia. ¿No es acaso tremendamente significativo que: los conceptos de ‘Constitución’ y ‘democracia’ no aparezcan ni en Medellín ni en Puebla? [9]
Con estas limitaciones, el Documento de Puebla, del cual en enero se cumplieron cuarenta años, dedicó cerca de treinta mil caracteres para hablar de las ideologías, llegando a desarrollar su carácter de verdaderas “religiones laicas”. Se presentan como “una explicación última y suficiente de todo y se construye así un nuevo ídolo, del cual se acepta a veces, sin darse cuenta, el carácter totalitario y obligatorio”[10], es decir de saber de salvación más allá de la historia traído a la historia: las religiones políticas que denunciaba Eric Voegelin en los albores del siglo XX.
El Documento identificaba entonces tres ideologías imperantes en América Latina en la segunda mitad de ese siglo:
- a) El liberalismo capitalista[11].
- b) El colectivismo marxista[12].
- c) El estatísmo de la “Doctrina de la Seguridad Nacional”[13].
Esta última fue una ideología construida desde los Estados Unidos, como uno de los contendientes de la entonces Guerra Fría, a partir de las experiencias en Indochina, Argelia y Vietnam. La misma dividió a la sociedad argentina y consecuentemente a las Iglesias, que son partes de esa sociedad. Como testimonia Emilio Fermín Mignone en su trabajo sobre el particular:
En el número 259, de diciembre de 1976, la revista del Centro de Investigación Social y Acción Social (CIAS), de los jesuitas, publicó un artículo del P. Vicente Pellegrini S. J., titulado “Los derechos humanos en el presente contexto sociopolítico de la Argentina”, que reprodujo La Opinión en su suplemento semanal del 30 de enero al 5 de febrero de 1977. Por ese motivo la dictadura militar clausuró al diario de Timerman por tres días. No hizo lo mismo con la revista, de escasa circulación, pero Pellegrini optó por irse un tiempo del país. En esa época era asesor de la Comisión Nacional de Justicia y Paz.
Leído en la actualidad, después de todo lo sabido, dicho y publicado, el artículo de Pellegrini parece una novela rosa. Pero considerando el terror impuesto por la dictadura, para quienes sabían interpretarlo, significaba una crítica severa y valiente a los métodos utilizados por ésta. Son singularmente valiosos los párrafos dedicados a la tortura: “… debemos impedir –expresa– la degradación de las fuerzas armadas por el uso de la tortura. Esto debe ser impensable para la hidalguía militar. Convertir a un militar de honor, cuyo ideal es luchar por la justicia, en un vulgar torturador, sería la mayor victoria del terrorismo”. Evidentemente estas frases podían sonar bien en los oídos de la junta militar, degradada en la orgía siniestra de atormentar salvajemente a indefensos prisioneros.
No era imaginable en ese momento para la mayoría de los argentinos el genocidio que estaban cometiendo las fuerzas armadas. Por eso Pellegrini decía: “Hay también una forma de tortura que los obispos argentinos enumeran: tortura para los familiares que consiste en detenciones prolongadas, sin posibilidad de obtener noticias sobre el desaparecido…”[14].
Antes de la descripción de estas tres ideologías, el mismo Documento de Puebla enuncia cinco visiones y las describe como “teorías e ideologías” que introducen en nuestro continente nuevos enfoques sobre el hombre que parcializan o deforman aspectos de su visión integral o se cierran a ella [15], ellos habrían sido: la visión determinista, la visión psicologista, las visiones economicistas, la visión estatista[16], la visión cientista.
De las cinco visiones mencionadas, las dos visiones descritas como economicista[17], entraron en ocaso[18] y se encuentran agotadas luego del colapso de la Unión Soviética y las sucesivas crisis de los mercados capitalistas.
Así lo testimonia tres años antes de Puebla Francisco Ayala, escritor y académico español, ministro de la República vuelto a España luego del exilio franquista: las ideologías heredadas del siglo XIX- resultan inaplicables a la realidad social de nuestro tiempo; las verdades que, con el proceso iniciado por la primera guerra mundial y concluido al terminar la segunda en 1945, se debilitaron, desvanecieron y debieron quedar arrumbadas, las convicciones políticas que antes habían tenido arraigo en el occidente, y aun la misma concepción del mundo sobre la que se fundaban. Cómo todavía hoy subsisten a manera de fósiles sus formulaciones, rótulos y hasta instrumentaciones que pretenden responder a ellas, difícil será que quienes no hayan respirado la atmósfera espiritual anterior a 1945 perciban el alcance de lo que quiero significar si digo que en esa época las ideologías políticas continuaban aún funcionando como sustituto efectivo de las creencias religiosas a las que habían desplazado de la conciencia colectiva a partir del siglo XVIII, cuando se afirma la laicización de la cultura. Con tal laicización, se traslada al terreno de lo contingente, al terreno de la organización de la convivencia humana, el compromiso vital del hombre, la fe ardiente que antes estaba regida por claves teológicas, y así las luchas políticas asumirían aquella ferocidad que antes había sido peculiar de las guerras de religión. No es, claro está, que las creencias religiosas hubieran desaparecido de la superficie de la Tierra; pero quienes las conservaban, vivían una vida escindida donde lo religioso, en cuanto tal, quedaba reducido al fuero interno, sin mucha conexión con lo exterior de la actividad práctica, o bien se transfería a ésta, politizado. Ahora era la ideología política la que reclamaba una adhesión total e incondicionada, la que se había convertido en materia de fe, una fe que tenía sus dogmas, su doctrina, sus teólogos, sus confesores y mártires, y también sus heresíarcas, sus apóstatas, sus conversos y sus renegados[19].
Transcurridos cuarenta años, las expresiones liberalismo capitalista y colectivismo marxista reflejan todavía menos realidades prácticas, de la acción política. Aunque algunos las usen como bandera para identificarse, o como proyectil para identificar, mientras que los algoritmos de las redes sociales, (que actúan como espejo de las propias preferencias) hacen que dentro de su burbuja de sentido, vean su “fe política” como parte de una inmensa mayoría.
La Actualidad política global no es ni capitalista, ni socialista, y no hay gobierno en América Latina que se guíe canónicamente por estas ideologías, sino más bien un cíclico recurrir pragmáticamente a medidas que podrían ser interpretadas como de una u otra. Sin perjuicio de lo cual, la epidemia de corrupción política latinoamericana muestra que subsisten grupos económicos que quisieran el imperio del capital nacional, con un mercado sin estado, y grupos culturales justificadores, que idealizan el colectivismo marxista, con una relectura donde el movimiento obrero es ahora parte de la burguesía y las minorías son la nueva clase revolucionaria.
Esta última visión también sigue influyendo sobre algunos ambientes de la Iglesia, a la búsqueda de una ciencia de la historia que permita ver con claridad, la historia de la salvación desde la historia de luchas sociales.
También ha quedado atrás la dictadura autoritaria, de la ideología de la Seguridad Nacional y la guerra entre países hermanos, aunque siempre seguirá como riesgo latente para los regímenes populistas, por las notas que lo vinculan con las experiencias, siempre humanas y siempre históricas, de cesarismo y fascismo.
Paralelamente, sigue siendo valiosa la referencia del Documento de Puebla a la mundialización, que existe desde que el hombre es hombre y se ha acelerado como globalización luego de la segunda guerra mundial: Una cultura urbana, que invita a los pueblos, las culturas particulares, los diversos grupos humanos, más aún, los coacciona a integrarse en ella.
Las ideologías articulaban valores
Reconocer que si bien todas las personas son dignas del mismo respeto, no todas las ideas lo son, resulta difícil a los oídos relativistas, por hartazgo de los absolutismos, infalibilidades y totalitarismos vividos en el fin de la Modernidad.
Para entender por qué no todas las ideas son dignas del mismo respeto, basta traer a la memoria la idea, de la raza, como unidad del modo de ser corporal y psíquico invariable a través de siglos y aun de milenios, como un hecho de la naturaleza y, una realidad cultural o una unidad política de acontecimientos[20], que con intencionalidad se hizo ideología parcial en el mundo victoriano y articuló una ideología total en la Alemania nazi. Actuando como justificación encubridora a fin de servir a determinada oligarquía en su ascenso al poder, dejando millones de muertos y estructuras sociales que, a pesar del tiempo transcurrido de su denuncia y supuesto abandono, todavía no han podido sanar.
Ser persona y valorar es lo mismo. Los valores rompen la indiferencia de nuestra voluntad; nos mueven a buscar otros horizontes, asumir desafíos y hasta a desafiar reglas.
Si no valoramos, nada nos movería de nuestra indiferencia. Siempre valoramos: cuando elegimos en qué gastamos nuestro dinero, cuando decidimos las prioridades en el uso de nuestro tiempo, cuando entregamos nuestro corazón[21]; cuando cualquier autoridad decide a quien recibe y a quien no, cuando modifica el área de libertad o aprueba un nuevo impuesto. Esas decisiones realizan un juicio previo de valor.
La persona no nace plena, se va plenificando. A partir de percepciones y actitudes, en los vínculos de familia, o que suplen la familia, en los grupos de pertenencia, las tribus urbanas, los clubes, en la sociedad en la que vivimos, vamos valorando.
Cuando decimos positivamente que una persona es madura, decimos que es plena, como el fruto sabroso de la vida… no como quien se pasó (“te pasaste”, o “me tenés podrido” que se escucha en una discusión)… o quien “está verde” (o es un “viejo verde”). El tiempo sólo nos hace viejos. El tiempo es el camino más directo y rápido entre “estar verde” y “pasarse”. Son algunos valores los que nos hacen madurar como personas y prudentes como gobierno, con el tiempo o con el camino no necesariamente extenso, pero si intenso de desarrollo de nosotros mismos por las distintas experiencias que vivimos.
La tragedia humana, es que también podemos valorar cosas que son malas para nuestra libertad, que nos atan y destruyen. Son valores que no nos conducen al amor, el autogobierno, la laboriosidad, competencia, orden, honestidad, iniciativa, sobriedad, ahorro, espíritu de servicio, fidelidad a las promesas; o nos distancian de la vitalidad, audacia, innovación, creatividad, entusiasmo, liberalidad; o nos privan de la belleza, el orden, la armonía, la compasión, la amistad o la confianza…
En la Modernidad, las ideologías fueron articulaciones de valores preconstruidas por elites para un fin práctico de justificación de la acción política. Fueron uniformes y uniformadoras, del grupo de personas que la internalizó como cristal de sus experiencias.
La mirada sobre los fundamentalismos actuales es interesante para una “retroingeniería” de las ideologías como religiones políticas. En ellos no hay reconocimiento de la totalidad de su tradición religiosa, sino que han pasado previamente por el integrismo. En el integrismo se cercena un segmento de alguna tradición para convertir ese segmento, esa parcialidad, en la integridad. Ha pasado a ser la única expresión válida de la tradición islámica, católica, o incluso ha sucedido con la tradición budista, como fueron los atentados con gas sarín en el subterráneo de Tokio de 1995.
En las religiones políticas se produce el mismo proceso, de modo que incluso las personas y sus historias son cercenadas, convirtiendo un período de su vida o pensamiento, en la integridad de su vida. Tras el fracaso del Che Guevara en el Congo, el Che se ocultó en la embajada cubana en Tanzania y luego en Praga. Se sabe que realizó anotaciones y comentarios al manual oficial soviético sobre Economía política, con gran variedad de críticas y reformulaciones de lo que llamaban “socialismo científico”. Estos textos fueron considerados una herejía, ya que no respetaban el canon ideológico de la interpretación de la historia y todavía permanecen en su mayor parte inéditos.
Los valores que se siguen ideologizando
Muchas de las observaciones que el Documento de Puebla agrega, no como ideologías, sino como ideas, nos remiten a ideas en el sustrato de formas ideológicas residuales que mueven la acción política en este epílogo de la Modernidad Latinoamericana. Estas ideas se desarrollan como las ideologías Modernas, pero al modo Actual de traspaso de verdades privadas al ámbito público, construcción de nuevas tribus y reclamo de nuevos fueros para ellas. El Documento menciona como ideas al determinismo, el psicologismo[22], el estatismo y el cientificismo.
Así determinismos[23] religiosos que se fundan en lecturas literales de la teoría de la retribución del Antiguo Testamento actuantes en ambientes evangélicos, versiones simplificadas y adaptadas al gusto euroamericano de espiritualidades orientales[24] actuantes en ambientes católicos y poscristianos en general.
Determinismos sociológicos con el regreso de estereotipos sociales increíblemente semejantes al racismo, contra y desde pueblos originarios, fuera y desde dentro de las fronteras nacionales, sentido de superioridad desde burbujas sociales excluyentes de marginalidad u opulencia.
Determinismo psicológico que reduce la libertad a expresión de un inconsciente individual o colectivo; donde todas las personas, mujeres y varones son víctima del instinto fundamental erótico o como un simple mecanismo de respuesta a estímulos, carente de libertad, donde tanto la religión, como la cultura y la propia historia serían apenas sublimaciones del instinto sensual, la negación de la propia responsabilidad conduce no pocas veces al pansexualismo y justifica el machismo latinoamericano[25].
La valiosa reacción Actual contra el machismo, movilizada a través del mito de “El patriarcado”, no ve con facilidad la relación de las conductas que condena con la visión psicologista anterior y su extensión global a sectores populares a través de la masa cultural y sus temáticas. Con la supuesta liberación de tabúes, toleraron abusos, y enmascararon los encuadres sexistas, la selección de la realidad de la mujer que quiere mostrar de la industria cinematográfica de superficie, y los contenidos fuertemente degradante de la mujer, individualmente y “en manada”, de la industria cinematográfica underground.
La industria toleró abusos incluso los alabo, equiparándolos al del “estreno de La consagración de la primavera de Igor Stravinski en 1913”, y afirmando que “Bertolucci y Brando han alterado la faz de este arte”[26], en referencia a la violación real de María Schneider en la película El último tango en París.
Luego de los escándalos en Hollywood referidos a la conducta personal de Harvey Weinstein, Roman Polanski, Woody Allen, y otros líderes de su industria cinematográfica, sería bueno reflexionar, hasta qué punto sus conductas individuales influyen conformando la mirada Actual sobre la sexualidad humana, muy particularmente de la cosificación de la mujer. Harvey Weinstein ha sido la segunda persona más mencionadas en los discursos de aceptación de los Premios Óscar —entre los años 1993 y 2016— después de Steven Spielberg (con 43 menciones), compartiendo la misma cantidad de menciones y agradecimientos (34) que Dios.
La masa cultural de la industria audiovisual impulsó una psicología popular donde “No” era inhibición, represión, prejuicio, mojigatería … Cameron Díaz recordó cuando luego de audicionar para la película Loco por Mary (popular comedia de 1998, que luego protagonizara), ante Peter Farrelly y su hermano, opinó ante la prensa: «Cuando un director te muestra su pene la primera vez que lo conoces, tienes que reconocer su genio creativo«[27]
María Schneider tenía 19 años y Marlon Brando caminaba a los cincuentan, pero en su justificación de romper “tabues psicológicos” la industria avanzó también indiscriminadamente en la relación entre adultos y menores de edad, en un arco que va desde los antecedentes under de Amor, estranho amor (1982) de Xuxa, con pedofilia e incesto incluido, hasta películas como Manhattan (1979), nominada a dos Premios Óscar, donde un escritor de chistes, protagonizado por Woody Allen, mantiene una relación con una joven menor de edad, protagonizada por Mariel Hemingway, que era de hecho menor de edad. La película, reproducía la relación que él director había iniciado tres años antes con una jóven de 16 años (la luego modelo Babi Christina Engeldhardt).
Frente a una ciudadanía trabajada por más de un siglo de psicologísmo falocéntrico, donde el no, no era no; sino que poner límite era la exteriorización de la propia represión, se producen reacciones frente a nuevos estereotipos de la sexualidad desde la idea de gender[28], que se vuelven ideología parcial con ánimo de totalidad.
La sexualidad es una manifestación propia de las fragilidades, contingencias y temporalidades del hombre, y si bien la experiencia unitiva entre la mujer y el varón puede acercar el instante a la experiencia de la eternidad, todas las diferencias se funden en ella. De modo que quien quiere hacer desaparecer la sexualidad en el tiempo, lo que de algún modo desea es abrir la eternidad en el tiempo, que es la utopía gnóstica más frecuente en la historia de la civilización euroamericana (edad del espíritu, milenarismo, anabaptismo, nuevo orden, tercera edad, nueva era).
Determinismo consumista[29] donde la justificación de la existencia es la cantidad de bienes que se han experimentado, ni tan siquiera acumulado. Donde todo se fabrica y se vende en nombre de los valores del tener, del poder y del placer como si fueran sinónimos de la felicidad humana. Impidiendo así el acceso a los valores espirituales, se promueve, en razón del lucro, una aparente y muy onerosa «participación» en el bien común.
Progresivamente el traslado del consumo de las necesidades a los deseos abandonó la aparente “participación en el bien común” para trasladarse decididamente al “bienestar individual”, satisfaciendo los deseos de compensación, de emulación y sobre todo de justificación de la existencia, en un círculo de tiza de su esto-soy-aquí-y-ahora, con sus contactos secantes donde las segundas y terceras personas son ajenas.
Dice Amartya Sen, economista indio, premio Nóbel de Economía en 1998, que lo que nos ocurre en nuestra sociedad es que hemos cambiado. En una sociedad secularizada, como la nuestra, ya nadie piensa que la salvación está en la otra vida sino que la salvación tiene que estar en esta vida. No hay nada más; todo se acaba aquí y hay que salvarse ahora, porque si no nos salvamos ahora después no hay nada. Pero ¿en qué consiste la salvación? Salvación quiere decir “éxito”. Y ¿en qué se muestra el éxito? En mostrar bienes de consumo costosos. Cuando uno llega a acceder a los bienes de consumo costosos, está demostrando que ha tenido éxito. Para las personas que creen que la vida termina aquí y que luego no hay nada más, es evidente que la salvación hay que buscarla aquí. Y salvarse aquí quiere decir tener éxito; y tener éxito llevar y tener todas estas cosas[30].
La destrucción del entramado de sociedad civil que implicaron las dictaduras latinoamericanas legaron una identificación unívoca de lo público con lo estatal, reduciendo la riqueza de la diversidad y sometiendo lo público social a los vaivenes del dominio plebiscitario sobre el estado, que los populismos desarrollan a escala nacional.
Finalmente, en nombre de la ciencia todo se justifica[31], incluso lo que constituye una afrenta a la dignidad humana. Al mismo tiempo se someten las comunidades nacionales a decisiones de un nuevo poder, la tecnocracia. Una especie de ingeniería social puede controlar los espacios de libertad de individuos e instituciones, con el riesgo de reducirlos a meros elementos de cálculo. Se trata de otro estatismo, que las elites tecnocráticas desarrollan también a la escala del no-estado global.
Así, quien asume la ideología se integra a ella, de modo que no encuentra contradicción: cree posible la libertad económica sin libertad política, la libertad política sin libertad económica, la creación de riqueza sin su participación, la distribución de riqueza sin su creación, la satisfacción del instinto sexual en los seres humanos como si no tuviéramos más que instinto, la cosificación del otro como objeto, la dilución de la realidad en el lenguaje, la libertad de una mujer para matar a otra mujer, el proteccionismo en mi barrio cuando lo he colocado en el cruce de todos los caminos, desconocer que no hay muro que detenga una marea hambrienta y que la vida es previa a la propiedad, o en dar una infalibilidad absoluta y necesidad metafísica a conclusiones siempre precarias de un estudio científico.
En este prólogo de la Actualidad, una sociedad de fragmentos de la Modernidad, líquida, de vínculos (conjuntos sociales) difusos y yuxtapuestos, la mayor fuerza está en las nuevas formas de sentido, donde se cuentan historias, únicas, creíbles, con potencial de relevancia, que despiertan emociones, que al presentarse como verdades de la humanidad, subordinan razones y se expresan en formas y colores. Así la revolución naranja en Ucrania (2004), las camisas amarillas y rojas en Tahilandia (2006), La revolución azafrán en Myanmar (2007), movimiento verde en Irán (2009), la revolución de los paraguas en Hong Kong (2014), los pañuelos verdes, celestes, naranjas y azules, en Argentina (2018), los chalecos amarillos en Francia (2018), por solo citar los casos más conocidos.
Esas expresiones se acercan a alguno de los problemas que ninguna ideología ha podido responder:
- El dolor de la despedida de la idea de crecimiento ilimitado,
- la falta de géneros de vida felicitantes generalizables,
- el efecto de mostración de individualidades opulentas,
- las neurosis derivadas de vivir entre individualidades insatisfechas,
- la realidad de que los mayores problemas que nos aquejan ya no son nacionales, sino locales o globales,
- la necesidad de reintroducir los principios de totalidad y de límite,
- la necesidad de la tarea espiritual del arte de envejecer.
Los valores nos conducen las ideologías nos alejan
Hecha la salvedad de que podemos valorar realidades que no sean buenas para nosotros, los valores pueden abrir nuestra subjetividad al acceso y disfrute de los bienes objetivos, en tanto que las ideologías nos alejan de los valores subjetivos para alcanzar la “objetivación colectiva”. Para ello las ideologías son un distanciamiento de la realidad, una negación del matiz, de la aproximación, de la imperfección humana.
Voegelin es un pensador muy próximo a la mística. Procediendo de la trascendencia, rechaza las reducciones deformadoras del dogmatismo y el adoctrinamiento.
En su esfuerzo, Voegelin indaga en la separación entre lo interno y lo externo en el hombre, en el “lugar” en el que “los procesos mentales superiores quedan temporalmente suspendidos”[32]. La trascendencia voegeliniana es la presencia constante en nuestra consciencia de una fuerza que nos impulsa (helkein) hacia la búsqueda (zetesis) de la verdad, es decir, hacia el más amplio de los horizontes.
En un tiempo cultural en que la secularización parecía dirigirse a desterrar definitivamente a Dios, Voegelin sostiene que la trascendencia se puede ocultar más o menos, pero que siempre está presente en la consciencia en tanto que origen y fin último de la búsqueda humana del sentido y el orden.
En palabras que nos recuerdan las Confesiones de Agustín, sostiene que es necesario iniciar la búsqueda siempre desde la propia conciencia, pues es en ella donde vamos a encontrar el sitio que nos corresponde en el todo: “Dios y hombre, mundo y sociedad, forman una comunidad primordial del ser. Con su estructura cuaternaria, la comunidad es, y no es, un dato de la experiencia humana. Es un dato de la experiencia en tanto es conocida por el hombre en virtud de su participación en el misterio del ser. No es un dato de la experiencia en tanto no nos es dada al modo de un objeto del mundo externo, sino que es cognoscible sólo desde la perspectiva de participación en ella”[33].
Según Voegelin, el hombre es un ser situado en una posición intermedia (metaxy) entre el saber y la ignorancia, entre lo humano y lo divino. Esta situación del hombre lo define como un ser que tiene que luchar constantemente para no caer en uno de los polos de la tensión, es decir, en lo demasiado humano que conduce en último término a la fenomenalización del mundo, o en lo demasiado divino que conduce al dogmatismo religioso propio del gnosticismo[34]. Pues el vínculo es tenue y fácilmente se puede desvanecer. La vida del alma en apertura hacia Dios, la espera, los periodos de aridez y paciencia, culpa y decaída, de penitencia y arrepentimiento, de abandono y esperanza tras esperanza, la emoción del silencio del amor y la gracia, el temblor en el límite de la certeza que si se alcanza ya se ha perdido[35]
El pensador busca dentro de sí, con la ayuda de los símbolos transmitidos por la cultura clásica y el cristianismo, las fuerzas necesarias para luchar contra lo que llama las experiencias posesivas masivas[36].
En este contexto, las ideologías muestran en toda su dimensión su efecto distorsionador. Ellas pueden proporcionar principios para la acción, pero no son proposiciones científicas[37], a pesar de lo cual (o quizá precisamente por esa misma razón) ellas han desempeñado un papel decisivo en la configuración de los mayores problemas políticos contemporáneos, dado su carácter de religiones políticas.
Las ideologías son la fuente del desorden y en tal sentido constituyen una enfermedad del espíritu, cuya cura consistirá en el redescubrimiento del orden del alma[38]. A partir de aquí surge una nueva ciencia política, entendida como la construcción de una buena sociedad, posible en el aquí y ahora, desde la restauración del orden del alma humana, a partir de una teoría que vuelve a referirse directamente a la realidad[39] en sus imperfecciones y matices. Para ello puede ser más útil el simple sentido común de la jardinera y el sentido estético de las nuevas generaciones, por encima de los pensadores, todavía, demasiado racionalistas.
Roberto Estévez
Profesor titular ordinario de filosofía política UCA
roberto.estevez@santodomingo.edu.ar
[1] Publicado en versión reducida en la Revista CRITERIO Nº 2456, marzo de 2019.
Publicado aquí en versión completa.
[2]“Principios o circunstancias” Publicado en la Revista CRITERIO Nro 2354, Buenos Aires, Noviembre de 2009.
[3] “Notas sobre la Cosmovisión Actual” Publicado por Editorial UNSTA, San Miguel de Tucumán, 2da, 2009.
[4] “Yo sueño que estoy aquí / de estas prisiones cargado, / y soñé que en otro estado / más lisonjero me vi. / ¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción, / y el mayor bien es pequeño: / que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son.”
Calderón de la Barca Pedro, La Vida Es Sueño
[5] FERNANDEZ DIAZ JORGE, Viaje al Louvre, el museo de las grandes aventuras, La Nación, domingo 17 de junio de 2018, Ideas, p 8
[6] Conforme ROIZ, J, La Teoría Política De Eric Voegelin, Revista de estudios Políticos (Nueva Etapa), Núm. 107, Enero-Marzo 2000, pág. 47.
[7] VOEGELIN ERIC, Die Politischen Religionen, 1939, Stockholm, citado por TORRES MORALES, B: Eric Voegelin, un filósofo de la transcendencia«, La Torre del Virrey, número 5, 2008, página 67.
[8] NUNCA MAS, informe final de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) respecto a las desapariciones producidas en la Argentina por el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional.
[9] Las citas en itálica de este párrafo y el anterior, pertenecen a BRAUN RAFAEL, Iglesia y democracia, ponencia presentada al Encuentro sobre Iglesia y Estado en América Latina, organizado por el CELAM en Quito del 26 al 30 de noviembre de 1984. Publicado en Criterio n. 1940, 28 de marzo 1985, pp. 82-91.
[10] CONFERENCIA EPISCOPAL LATINOAMERICANA, Documento de Puebla, número 536. A partir de ahora se citará como DP.
[11] DP n. 542. a) El liberalismo capitalista, idolatría de la riqueza en su forma individual. Reconocemos el aliento que infunde a la capacidad creadora de la libertad humana y que ha sido impulsor del progreso. Sin embargo, «considera el lucro como motor esencial del progreso económico; la concurrencia como ley suprema de la economía, la propiedad privada de los medios de producción, como un derecho absoluto, sin límites ni obligaciones sociales correspondientes» (PP 26). Los privilegios ilegítimos derivados del derecho absoluto de propiedad, causan contrastes escandalosos y una situación de dependencia y opresión, tanto en lo nacional como en lo internacional. Aunque es evidente que en algunos países se ha atenuado su expresión histórica original, debido al influjo de una necesaria legislación social y de precisas intervenciones del Estado, en otros lugares manifiesta aún persistencia o, incluso, retroceso hacia sus formas primitivas y de menor sensibilidad social.
[12] DP n. 543. b) El colectivismo marxista conduce igualmente —por sus presupuestos materialistas — a una idolatría de la riqueza, pero en su forma colectiva. Aunque nacido de una positiva crítica al fetichismo de la mercancía y al desconocimiento del valor humano del trabajo, no logró ir a la raíz de esta idolatría que consiste en el rechazo del Dios de amor y justicia, único Dios adorable.
DP n. 544. El motor de su dialéctica es la lucha de clases. Su objetivo, la sociedad sin clases, lograda a través de una dictadura proletaria que, en fin de cuentas, establece la dictadura del partido. Todas sus experiencias históricas concretas como sistema de gobierno, se han realizado dentro del marco de regímenes totalitarios cerrados a toda posibilidad de crítica y rectificación. Algunos creen posible separar diversos aspectos del marxismo, en particular su doctrina y su análisis. Recordamos con el Magisterio Pontificio que «sería ilusorio y peligroso llegar a olvidar el lazo íntimo que los une radicalmente; el aceptar elementos del análisis marxista sin reconocer sus relaciones con la ideología, el entrar en la práctica de la lucha de clases y de su interpretación marxista, dejando de percibir el tipo de sociedad totalitaria y violenta a que conduce este proceso» (OA 34).
DP n. 545. Se debe hacer notar aquí el riesgo de ideologización a que se expone la reflexión teológica, cuando se realiza partiendo de una praxis que recurre al análisis marxista. Sus consecuencias son la total politización de la existencia cristiana, la disolución del lenguaje de la fe en el de las ciencias sociales y el vaciamiento de la dimensión trascendental de la salvación cristiana.
DP n. 546. Ambas ideologías señaladas —liberalismo capitalista y marxismo— se inspiran en humanismos cerrados a toda perspectiva trascendente. Una, debido a su ateísmo práctico; la otra, por la profesión de un ateísmo militante.
[13] DP n. 547. c) En los últimos años se afianza en nuestro continente la llamada «Doctrina de la Seguridad Nacional», que es, de hecho, más una ideología que una doctrina. Está vinculada a un determinado modelo económico-político, de características elitistas y verticalistas que suprime la participación amplia del pueblo en las decisiones políticas. Pretende incluso justificarse en ciertos países de América Latina como doctrina defensora de la civilización occidental cristiana. Desarrolla un sistema represivo, en concordancia con su concepto de «guerra permanente». En algunos casos expresa una clara intencionalidad de protagonismo geopolítico.
Continúa en DP n. 548 y DP n. 549.
[14] MIGNONE EMILIO FERMÍN, Iglesia y dictadura, Ediciones Colihue, 2ª edición, 1986, Capítulo séptimo
[15] DP n. 307. América Latina constituye el espacio histórico donde se da el encuentro de tres universos culturales: el indígena, el blanco y el africano, enriquecidos después por diversas corrientes migratorias. Se da, al mismo tiempo, una convergencia de formas distintas de ver el mundo, el hombre y Dios y de reaccionar frente a ellos. Se ha fraguado una especie de mestizaje latinoamericano. Aunque en su espíritu permanece una base de vivencias religiosas marcadas por el Evangelio, emergen también y se entremezclan cosmovisiones ajenas a la fe cristiana. Con el tiempo, teorías e ideologías introducen en nuestro continente nuevos enfoques sobre el hombre que parcializan o deforman aspectos de su visión integral o se cierran a ella.
[16] DP n. 314. Menos conocida pero actuante en la organización de no pocos gobiernos latinoamericanos, la visión que podríamos llamar estatista del hombre tiene su base en la teoría de la Seguridad Nacional. Pone al individuo al servicio ilimitado de la supuesta guerra total contra los conflictos culturales, sociales, políticos y económicos y, mediante ellos, contra la amenaza del comunismo. Frente a este peligro permanente, real o posible, se limitan, como en toda situación de emergencia, las libertades individuales y la voluntad del estado se confunde con la voluntad de la nación. El desarrollo económico y el potencial bélico se superponen a las necesidades de las masas abandonadas. Aunque necesaria a toda organización política, la Seguridad Nacional vista bajo este ángulo se presenta como un absoluto sobre las personas; en nombre de ella se institucionaliza la inseguridad de los individuos.
[17] DP n. 550. En pleno acuerdo con Medellín insistimos en que «el sistema liberal capitalista y la tentación del sistema marxista parecieran agotar en nuestro continente las posibilidades de transformar las estructuras económicas… (Medellín Justicia 10). Continúa en DP n. 551.
[18] BELL DANIEL, El fin de la ideología (1960), Las contradicciones culturales del capitalismo (1976) y El advenimiento de la sociedad posindustrial (1973); FERNÁNDEZ DE LA MORA GONZALO, El crepúsculo de las ideologías (1965)
[19] AYALA FRANCISCO, El ocaso de las ideologías, El País, Madrid, 17 de noviembre de 1976.
[20] HELLER HERMANN, Teoría del estado, Fondo de Cultura Económica, 1942.
[21] Tres círculos de nuestra personalidad, lo material o materializable, la expansión de nuestra emotividad y propiamente nuestro corazón, en el sentido de centro de nuestra personalidad, centro que tiene la virtualidad de abrir interiormente una cuarta dimensión, desde la temporalidad a la eternidad, de donde nace una cuarta valoración abierta, de la inmanencia a la trascendencia, que para mantener el control total puede cerrarse en las opciones de la magia y la idolatría.
[22] CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Comisión de Fe y Cultura CEA, El Evangelio ante la crisis de la civilización, 25 de abril de 1986, “desfiguran el sentido humano integral del sexo y de la relación entre el varón y la mujer. Pero hoy se los exalta como expresión de libertad personal y hasta de madurez psicológica”.
[23] DP n. 308. No se puede desconocer en América Latina la erupción del alma religiosa primitiva a la que se liga una visión de la persona como prisionera de las formas mágicas de ver el mundo y actuar sobre él. El hombre no es dueño de sí mismo, sino víctima de fuerzas ocultas. En esta visión determinista, no le cabe otra actitud sino colaborar con esas fuerzas o anonadarse ante ellas 78. Se agrega a veces la creencia en la reencarnación por parte de los adeptos de varias formas de espiritismo y de religiones orientales. No pocos cristianos, al ignorar la autonomía propia de la naturaleza y de la historia, continúan creyendo que todo lo que acontece es determinado e impuesto por Dios.
DP n. 309. Una variante de esta visión determinista, pero más de tipo fatalista y social, se apoya en la idea errónea de que los hombres no son fundamentalmente iguales. Semejante diferencia articula en las relaciones humanas muchas discriminaciones y marginaciones incompatibles con la dignidad del hombre. Más que en teoría, esa falta de respeto a la persona se manifiesta en expresiones y actitudes de quienes se juzgan superiores a otros. De aquí, con frecuencia, la situación de desigualdad en que viven obreros, campesinos, indígenas, empleadas domésticas y tantos otros sectores.
[24] Sucede en el tema de las nuevas espiritualidades, como con la cocina. El Chop Suey conocido como plato de la cocina china, tiene su origen en una adaptación norteamericana del plato cantonés denominado Sap Kam (diez cosas preciosas).
[25] DP n. 310. Restringida hasta ahora a ciertos sectores de la sociedad latinoamericana, cobra cada vez más importancia la idea de que la persona humana se reduce en última instancia a su psiquismo. En la visión psicologista del hombre, según su expresión más radical, se nos presenta la persona como víctima del instinto fundamental erótico o como un simple mecanismo de respuesta a estímulos, carente de libertad. Cerrada a Dios y a los hombres, ya que la religión, como la cultura y la propia historia serían apenas sublimaciones del instinto sensual, la negación de la propia responsabilidad conduce no pocas veces al pansexualismo y justifica el machismo latinoamericano.
[26] Kael, Pauline. «Tango«. The New Yorker, 28 de octubre de 1972, pg. 130
[27] El tardío pedido de disculpas del director de Loco por Mary a Cameron Díaz: «Es cierto, era un idiota», La Nación, 11 de enero de 2019.
[28] FRANCISCO, Amoris laetitia (La alegría del amor) sobre el amor en la familia, 08.04.2016, Nro. 56. Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que «niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo». Es inquietante que algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños. No hay que ignorar que «el sexo biológico (sex) y el papel sociocultural del sexo (gender), se pueden distinguir pero no separar».
[29] DP n. 311. Bajo el signo de lo económico, se pueden señalar en América Latina tres visiones del hombre que, aunque distintas, tienen una raíz común. De las tres, quizás la menos consciente y, con todo, la más generalizada es la visión consumista. La persona humana está como lanzada en el engranaje de la máquina de la producción industrial; se la ve apenas como instrumento de producción y objeto de consumo. Todo se fabrica y se vende en nombre de los valores del tener, del poder y del placer como si fueran sinónimos de la felicidad humana. Impidiendo así el acceso a los valores espirituales, se promueve, en razón del lucro, una aparente y muy onerosa «participación» en el bien común.
DP n. 312. Al servicio de la sociedad del consumo, pero proyectándose más allá de la misma, el liberalismo económico, de praxis materialista, nos presenta una visión individualista del hombre. Según ella, la dignidad de la persona consiste en la eficacia económica y en la libertad individual. Encerrada en sí misma y aferrada frecuentemente a un concepto religioso de salvación individual, se ciega a las exigencias de la justicia social y se coloca al servicio del imperialismo internacional del dinero, al cual se asocian muchos gobiernos que olvidan sus obligaciones en relación al bien común.
DP n. 313. Opuesto al liberalismo económico en su forma clásica y en lucha permanente contra sus injustas consecuencias, el marxismo clásico sustituye la visión individualista del hombre por una visión colectivista, casi mesiánica, del mismo. La meta de la existencia humana se pone en el desarrollo de las fuerzas materiales de producción. La persona no es originalmente su conciencia; está más bien constituida por su existencia social. Despojada del arbitrio interno que le puede señalar el camino para su realización personal, recibe sus normas de comportamiento únicamente de quienes son responsables del cambio de las estructuras socio-político-económicas. Por eso, desconoce los derechos del hombre, especialmente el derecho a la libertad religiosa, que está a la base de todas las libertades 79 . De esta forma, la dimensión religiosa cuyo origen estaría en los conflictos de la infraestructura económica, se orienta hacia una fraternidad mesiánica sin relación a Dios. Materialista y ateo, el humanismo marxista reduce el ser humano en última instancia a las estructuras exteriores.
[30] CONSUMO LUEGO EXISTO, Intervención transcrita de Adela Cortina, Catedrática de la Universidad de Valencia, en una mesa redonda que sobre el tema del consumo organizó Cristianisme i Justicia en mayo de 2003.
[31] DP n. 315. La organización técnico-científica de ciertos países está engendrando una visión cientista del hombre, cuya vocación es la conquista del universo. En esta visión, sólo se reconoce como verdad lo que la ciencia puede demostrar; el mismo hombre se reduce a su definición científica. En nombre de la ciencia todo se justifica, incluso lo que constituye una afrenta a la dignidad humana. Al mismo tiempo se someten las comunidades nacionales a decisiones de un nuevo poder, la tecnocracia. Una especie de ingeniería social puede controlar los espacios de libertad de individuos e instituciones, con el riesgo de reducirlos a meros elementos de cálculo.
DP n. 418. El advenimiento de la civilización urbano-industrial acarrea también problemas en el plano ideológico y llega a amenazar las mismas raíces de nuestra cultura, ya que dicha civilización nos llega, de hecho, en su real proceso histórico, impregnada de racionalismo e inspirada en dos ideologías dominantes: el liberalismo y el colectivismo marxista. En ambas anida la tendencia no sólo a una legítima y deseable secularización, sino también al «secularismo».
[32] VOEGELIN, E: Anamnesis, página 3. Citado por ROIZ, J, La Teoría Política De Eric Voegelin, Revista de estudios Políticos (Nueva Etapa), Núm. 107, Enero-Marzo 2000, pág. 53.
[33] VOEGELIN, Eric: «Preface» [1956], «Introduction: The Symbolization of Order» y «Part One: The Cosmological Order of The Ancient Near East», Israel and Revelation, vol. I, Order and History (Louisiana State University Press, 1956), pp. ix-xiv; 1-1; 13-14. Transcripto por Ellis Sandoz, «Selections from the Writings in Political Philosophy of Eric Voegelin», traducida del inglés por el Centro de Estudios Públicos, Revista Estudios Públicos, 52 (primavera 1993), pág 390
[34] TORRES MORALES, B: «Eric Voegelin, un filósofo de la transcendencia«, La Torre del Virrey, número 5, 2008, página 68.
[35] VOEGELIN, E: La nueva ciencia de la política, trad de J. Ibarburu, Katz editores, Buenos Aires, 2006 (Modernity without Restraint: The Political Religions; The New Science of Politics; and Science, Politics, and Gnosticism, CW, vol 5, Missouri UP, Columbia and London, 1999), 122.
[36]TORRES MORALES, B: «Eric Voegelin, un filósofo de la transcendencia«, La Torre del Virrey, número 5, 2008, página 69.
[37] SANDOZ, E: THE VOEGELINIAN REVOLUTION, Louisiana State University Press, Baton Rouge, 1981, pág. 38.
[38] SANDOZ, E: THE VOEGELINIAN REVOLUTION, Louisiana State University Press, Baton Rouge, 1981, pág. 65.
[39] SANDOZ, E: THE VOEGELINIAN REVOLUTION, Louisiana State University Press, Baton Rouge, 1981, pág. 92.
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