Por Pbro. Gustavo Irrazábal

Introducción

Con la fiesta de Pentecostés culmina el tiempo de Pascua, y la Iglesia retoma lo que llamamos el “tiempo ordinario”, el tiempo de seguir peregrinando como creyentes entre las rutinas, responsabilidades y vicisitudes de la vida cotidiana. Pero la liturgia nos brinda también un período de transición, marcado por tres solemnidades que nos ayudan a llevar el espíritu de la Pascua al seno mismo de lo “ordinario” de cada día.

Se trata de tres fiestas que están profundamente vinculadas entre sí en el marco del Misterio Pascual. La Solemnidad de la Santísima Trinidad nos invita a contemplar la raíz del amor redentor de Cristo en la intimidad de la vida divina. En el otro extremo, el Sagrado Corazón de Jesús nos ayuda a renovar la conciencia de que el amor de Cristo brota, a la vez, de un corazón verdaderamente humano. Y, entre ambas, la festividad de Corpus Christi nos recuerda que ese amor verdaderamente divino y verdaderamente humano se nos reveló en el Sacrificio del Señor, el cual se nos hace contemporáneo y actualiza sus frutos para nosotros en el sacramento de la Eucaristía.

La meditación sobre estas tres solemnidades y sus correspondencias recíprocas son fundamentales para que podamos encarnar en nosotros la Vida Nueva que el Señor nos obtuvo con su muerte y resurrección. Espero que estas reflexiones puedan ser de ayuda para este fin.

P. Gustavo

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