Por Marcelo Miranda Loayza (Teólogo y Bloguero)
Para: Instituto Acton
13 de mayo de 2021
La censura siempre ha sido parte de la historia de la humanidad, por ende, no debería ser algo que nos sorprenda o indigne, existen varios ejemplos de ello, muchos de ellos incluso cubiertos de sangre, es decir, el poder mal ejercido siempre, pero siempre va a tratar de censurar a todo aquel que piense diferente. George Orwell describía estos extremos en su novela 1984, concretamente con la llamada “policía del pensamiento”, la cual funge en la novela como una organización policial encargada de perseguir a todos aquellos que osen pensar diferente a la línea de pensamiento oficial.
Censurar al que piense diferente por ende no es novedad, lo que sí es novedoso es tratar de censurar al sentido común, para conseguir este propósito la consigna de censura a cambiado con el paso de los años, por lo cual ahora ya no se censura, se “cancela”, lo peligroso de esta manera de censura es que ya no solamente se silencia al que piensa diferente, ahora también se lo descarta.
¿Dónde radica el problema de la cancelación?, la respuesta no es simple, pues detrás de esta nueva forma de censura podemos encontrar numerosas vertientes, las cuales varían desde cierto tipo de «boicots» hacia determinados autores, artistas o programas de televisión, pero también nos encontramos con una especie de bombardeo mediático (en especial en las redes sociales) que tiene como fin la imposición de un pensamiento único, el cual no acepta ningún tipo de contradicciones o dudas. El pensamiento único no concibe la diversidad, aunque en su retórica se presente a sí mismo como baluarte de lo distinto, el pensamiento único no soporta a la libertad, aunque en su mensaje tienda a vanagloriarse de ser puntal de la libre expresión, para ser más claro la tendencia totalitaria de la cultura de la cancelación se basa íntegramente en una concepción relativista que cuestiona verdades fundamentales del ser humano, de la sociedad y de la Fe.
Para Kant la libertad es la capacidad de elección moral precisamente siendo capaz de imponer una norma por encima de las propias afecciones, inclinaciones o deseos, como vemos, para el filósofo prusiano la elección libre basada en preceptos éticos universales es la base de libertad, por ende y de manera definitiva la cultura de la cancelación no es sinónimo de libertad, más al contrario, es sinónimo de imposición, abuso y de manipulación.
¿Entonces se podría decir que se piensa con libertad?, se podría decir que sí, pero este pensamiento se encuentra condicionado, amarrado y con miedo, por ende, resulta fácil de direccionar y manipular hacia determinadas tendencias y objetivos, es de esta manera que se llega a controlar al ser humano, impidiendo que pueda pensar con libertad, cancelando el sano juicio y la objetividad.
Dentro de las consecuencias que surgen por el adormecimiento del pensamiento y de la cultura de la cancelación tenemos a la indiferencia, esta es la característica principal del “no pensar”, ya que al no ejercer la sana critica la sociedad se vuelve indiferente a las necesidades primordiales del prójimo y solo se termina fijando en una realidad aparente, la cual es construida a la carta, para llenar de espejismos a la conciencia colectiva, por ende la cultura de la cancelación es altamente individualista y egoísta.
Pese a todo ello no podrán «cancelar» jamás a la libertad y a Dios, ya que la verdad siempre sale a la luz, “pues no hay nada oculto que no haya de ser manifiesto, ni secreto que no haya de ser conocido y salga a la luz” (Lc. 8:17)
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