Por Nicolás Cachanosky
Fuente: Dolarización: Una Solución para la Argentina
13 de octubre de 2022

Sin una moneda sana no hay economía que funcione. La incapacidad de tener una moneda estable implica la incapacidad de tener una economía que, a largo plazo, se desarrolle en lugar de ir de crisis en crisis. Si no se soluciona el problema monetario, no hay plan económico ni súper ministro que pueda poner orden a la economía del país.

El problema fundamental que enfrenta todo programa de estabilización monetaria es el de generar credibilidad. No importa que un programa de estabilidad monetaria sea técnicamente consistente, si el mismo no es creíble no va a funcionar. De poco sirve, por ejemplo, declarar la independencia del BCRA si dicha independencia tiene nula credibilidad. Dado el nivel de anomia institucional del país, la posibilidad de generar rápidamente altos niveles de credibilidad es nula.

A diferencia de otros planes de estabilización monetario, la credibilidad de una dolarización bien diseñada y bien implementada depende menos de la voluntad política de respetar dicho régimen monetario. Es más fácil para un gobierno salirse de una convertibilidad con el real o restringir la competencia del dólar con el peso que quitarle a la gente sus dólares. Otra ventaja de una dolarización es que no implica imponerle una nueva moneda al mercado. El mercado ya eligió el dólar. Una dolarización es aceptar que el mercado ya se dolarizó. Intentar mantener el peso, adoptar el real, o crea una nueva moneda regional, requiere superar el difícil desafío que la gente abandone el dólar a cambio de una moneda que no quiere. Estos modelos pueden funcionar muy bien en la teoría, pero no son factibles en la realidad.

Hay dos cuestiones importantes en la discusión sobre si es conveniente o no dolarizar Argentina. La primera es aceptar que estamos en lo que los economistas llaman second best. Las alternativas posibles para el país son subóptimas. No tiene mucho sentido descartar una reforma monetaria como una dolarización por no tener un nivel de perfección inasequible. Ninguna reforma monetaria, entonces, sería aceptable. La segunda cuestión es ser realista con las alternativas factibles para el país. Se suele escuchar que Argentina no tiene que dolarizar, Argentine tiene que inspirarse en casos como el de Perú, Uruguay, o Brasil, que mantienen su moneda propia. Esto es lo mismo que decir que en lugar de dolarizarse, Argentina tiene que hacer las cosas bien. El comentario es tan trivial como inservible. Argentina ha dado acabadas pruebas no puede “hacer las cosas bien”. La política monetaria es una herramienta muy poderosa. Y si no se usa bien, también muy peligrosa. En tal caso mejor adoptar la moneda de otro país. La realidad es que, gracias al populismo, Argentina está más cerca de ser Ecuador que Perú, Brasil, o Uruguay.

Pero las experiencias internacionales no son importantes sólo para ver cómo países vecinos han solucionado sus problemas inflacionarios. Estas experiencias también son importantes para descartar miedos en torno a una dolarización. En particular el temor a que el país quede expuesto a shocks externos. Cuando analizamos el desempeño de las economías dolarizadas en la región vemos que dichos temores son infundados. Grandes shocks como la crisis financiera del 2008, la reversión del precio de los commodities, y Covid-19, han afectado más a la Argentina que a Ecuador.

Este temor es exagerado. Primero, porque el propio banco central puede ser la fuente de los shocks más desestabilizantes. En Argentina, el BCRA genera desequilibrios más intensos y duraderos que los que llegan del resto del mundo. De hecho, la política monetaria muchas veces magnifica el impacto de los shocks externos. En segundo lugar, es un error creer que una dolarización es simplemente un régimen de tipo de cambio fijo y que esto es lo único que cambia. En realidad, es un cambio de régimen institucional que altera profundamente el funcionamiento de la economía.

Termino con dos cuestiones finales sobre los beneficios una dolarización bien diseñada y bien implementada. Primero, es una solución para Argentina. No es la única pero quizás la que ofrece más chances de éxito. Esto se debe a que los planes alternativos que dependen de la credibilidad que nuestro sistema político no puede generar. Un nuevo fracaso pondría al país en un camino de no retorno. No hay margen de error.

Por otro lado, una dolarización bien diseñada y bien implementada maximiza la probabilidad de realizar un ajuste expansivo. Sin un shock positivo de expectativas, el inevitable ajuste fiscal será contractivo, eliminando el capital político necesario para completar otras reformas que el país necesita.