Por: José María Carrera
Fuente: Religión en Libertad
27 de septiembre de 2023

Una de las mayores polémicas comerciales del año asociadas al lobby transgénero tuvo lugar el mes de mayo, cuando la compañía cervecera Bud Light (Budweiser) firmó una colaboración con Dylan Mulvaney, un influencer que se presenta como mujer ante sus seguidores. El fin de la campaña, según la entonces directiva de marketing de la compañía Alissa Heinerscheid, era «evolucionar y elevar» la empresa, promocionar la «inclusión» y «cambiar el tono», generar «una campaña verdaderamente inclusiva, más ligera y que atraiga a hombres y mujeres».

Quizá fue simplemente un error estratégico de Bud Light al tratar de diversificar un público objetivo muy definido, hombres entre los 18 y los 49 años amantes del deporte y que les gusta socializar.

Lo cierto es que la campaña fue un fracaso estrepitoso. Concluyó con varias «cabezas cortadas», entre ellas la de la propia Heinerscheid, que fue remplazada, así como con una caída de ventas del 23% y pérdidas de entre 5000 y 6000 millones de dólares. También perdió su primer puesto atesorado durante décadas, a favor de su competidora, Modelo Especial.

La reacción del público más conservador hacia la asociación fue feroz, como se pudo ver en el rapero Kid Rock disparando a múltiples cajas de Bud Light. También al cantante de country Travis Tritt, que anunció la eliminación de todos los productos de la compañía de su próxima gira o al también cantante de country John Rich anunciando que los clientes de su bar, en Nashville, ya no podrían comprar Bud Light.

No pocos analistas e intelectuales interpretaron este caso como un signo de debacle de las políticas woke y transgénero, derrotadas con la reacción, cambio de rumbo y personal de Bud Light.

Más sutil y poderoso que el comunismo, ¿en declive?

En una reciente entrevista para The European Conservative, el bestseller y director del Centro Richard y Helen DeVos para la vida, la religión y la familia, Jay W. Richards, se refería al movimiento woke como una forma «más suave y  sutil» de totalitarismo que el comunismo».

«El comunismo soviético era muy simple: el Estado poseía, gestionaba y controlaba todo. Pero este sistema [woke] no tiene un Estado socialista. Tiene empresas y corporaciones«, explicaba.

En su opinión, casos como el de Bud Light muestran que muchos de los que inicialmente veían lo woke y lo transgénero como grandes ideas se dan cuenta ahora de lo «tóxicas y graves que son», hasta el punto de que grandes compañías actúan contra sí mismas para contentar a los lobbys ideológicos.

Este es solo uno de los cinco rasgos que, según Richards, ofrecen esperanza en el combate contra los postulados woke:

1ºPérdidas millonarias de compañías que actúan contra sus clientes

«Bud Light sabe quiénes son sus clientes, y no son hombres que se hacen pasar por mujeres.  ¿Cómo cometieron ese error? Lo hicieron porque Human Rights Campaign -el mayor lobby LGBT en Estados Unidos- califica a las empresas por su `LGBT Friendly´, y querían obtener una puntuación alta, incluso a riesgo de destruir su marca. Este es un ejemplo de que hay un límite en cuanto a hasta dónde pueden llegar estas cosas», menciona.

Para Richards, la ideología de género es la principal manifestación de la ideología woke, cada vez más radicalizada y extendida ya no solo en los estados, sino también en empresas privadas y grandes corporaciones.

Pero lo que es solo un hecho muestra también un análisis, y este es el de las pérdidas millonarias que están asumiendo las corporaciones y multinacionales por asumir los postulados woke y LGBT.

El pasado mes de junio, analizamos en Religión en Libertad algunas de estas pérdidas millonarias en empresas como Budweiser, Target, Gillette o The North Face.

Pérdidas de Bud light.

Así fueron las caídas de la cervecera desde la asociación con el influencer proLGBT. 

2º Cada vez hay más «despiertos» frente a lo woke: el primero, ¿un Papa?

Preguntado por si el wokismo pretende reemplazar a la religión, Richards destacó a San Pablo VI cuando, en plena ebullición de la revolución sexual, advirtió de que «la anticoncepción tendría consecuencias terribles» que hoy «estamos viendo» en casos como la «esterilización de adolescentes por la ideología de género. Pablo VI sabía que separar la procreación del acto matrimonial tendría estos resultados y aquí estamos».

Sin embargo, para el intelectual no todo es motivo de pesimismo. Afortunadamente, dice, «cada vez más personas se despiertan y se dan cuenta de que algo terrible está sucediendo«. Como ejemplo, rescata la legalización del mal llamado «matrimonio homosexual» en 2015, cuando sus únicos opositores fueron los conservadores.

«Ocho años después, cuando la ideología de género esteriliza a los niños, hay un grupo muy amplio en contra: cristianos, católicos, protestantes, ateos, incluso feministas. Es una señal de que esta ideología está llegando a su amargo final y sus implicaciones se están volviendo obvias».

Para Richards, no solo «es una oportunidad», sino que hoy también «es mucho más evidente que [lo woke] se trata de una ideología antihumana«.

3º Escribiendo recto en renglones torcidos: los beneficios del confinamiento

El director del Centro Richard y Helen DeVos para la vida, la religión y la familia define la penetración del género en las escuelas como un proceso «lento y gradual» de unos 20 años de elaboración, con unos efectos que no han sido percibidos por los padres «hasta que  sus hijos les informaban que `eran´ de sexo opuesto».

Jay W. Richards.

El director del Centro Richard y Helen DeVos para la vida, la religión y la familia, Jay W. Richards.

Y para ello, «los confinamientos fueron útiles»: «Los padres han podido ver lo que se enseña a sus hijos en los colegios, han visto durante mucho tiempo lo que sucedía `tras las cámaras´. Estamos en una situación mejor porque lo que está pasando se está haciendo evidente«.

4º Los estados «dan marcha atrás»

Richards cita nuevamente los escritos de Pablo VI como una muestra de esperanza y oportunidad que, si se escucha, permitirá hacer frente al movimiento woke y LGBT.

Menciona el caso de Griswold vs Connecticut, cuando la Corte Suprema legalizó el uso de anticonceptivos en el matrimonio. El mismo Planned Parenthood reconoce que aquel fallo «preparó el camino para la aceptación unánime de la anticoncepción«, mientras que muchos católicos advertían de que conduciría a más divorcios y cosas peores, como finalmente confirmó la aparición de «la píldora».

En opinión del especialista, es más sencillo enfrentar la ideología de género en la situación actual que en sus orígenes, pues varios países europeos como Finlandia, Suecia o Reino Unido han comprobado las consecuencias de los `cambios de sexo´ y están cambiando de rumbo«.

5º Las víctimas del aborto no pueden hablar, pero las del lobby LGBT sí

En último lugar, Richards destaca que no es fácil mentir cuando hay cientos de víctimas. «No es como el aborto, donde la víctima principal desaparece. Aquí hay muchas víctimas, jóvenes, que abren los ojos y están muy enfadados. Hay un enorme consenso de personas que se dan cuenta de que esto está mal. Me gusta comparar esto con un tren que pasa por distintas estaciones, la revolución sexual, la anticoncepción, el amor libre, el aborto, el `matrimonio´ de personas del mismo sexo, lo transgénero para adultos y, la última estación, lo transgénero para niños.

«Luego llegará el momento de discutir qué nos ha traído hasta aquí. Es difícil predecir lo que ocurrirá, pero [el wokismo] se basa en mentiras. Y será necesario que muchos de nosotros le hagamos frente para derribarlo«, concluye.