Fuente: Aica
9 de octubre de 2023

El presbítero Gustavo Irrazábal, doctor en teología moral por la Universidad Gregoriana, presentó un libro sobre ese tema en un acto en la Universidad Austral.

El libro “Introducción a la moral social católica”, del presbítero Gustavo Irrazábal, abogado y doctor en teología moral por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, fue presentado en un acto organizado por el Instituto Acton Argentina, en la sede porteña de la Universidad Austral (Cerrito 1250).

El autor -profesor de Teología Moral en la Facultad de Teología de la UCA, en los cursos de moral fundamental y moral social, y miembro del consejo de redacción de la revista Criterio y del consejo académico del Instituto Acton Argentina para el estudio de la Religión, la Libertad y la Economía– conversó sobre el tema con el abogado Diego Serrano Redonnet, profesor de las universidades de Buenos Aires (UBA) y Católica Argentina (UCA).

Irrazábal se refirió a la doctrina social de la Iglesia (DSI), sobre la cual estimó que no se reflexiona lo suficiente, y observó que también apareció la llamada «pastoral social», que es su aspecto más práctico, pero que no puede sustituir -a juicio del autor- la reflexión doctrinal.

Precisó al respecto que la doctrina social de la Iglesia no es una colección de lo que dicen los papas –sea un documento, una declaración o lo que comentan en un reportaje-, sino una disciplina que tiene sus propios principios. La vinculó con la ética política e indicó que prefirió centrar su libro en la “moral social católica”, no enfocándose sólo en la DSI -que empezó como tal en 1891 con la encíclica Rerum Novarum-, sino incluyendo valiosos elementos tradicionales que no estaban en ella. Así, ejemplificó, la DSI casi no habla de la inflación, cuando desde la Edad Media franciscanos y escolásticos hacían la crítica de gobernantes que trataban de licuar sus deudas adulterando la moneda.

Serrano Redonnet, por su parte, señaló que el autor no cae en el planteo de ver a la DSI como una tercera vía entre liberalismo y socialismo, como una posición equidistante entre dos extremos ideológicos, como un “justo medio” entre capitalismo y comunismo.  Al respecto, precisó que el trabajo del padre Irrazábal estudia la política, la economía y la historia, respetando la legítima autonomía de las realidades temporales y sin caer en la confusión de doctrina social de la Iglesia y pastoral social, ni creyendo que los problemas sociales se pueden solucionar fácilmente con un poco de buena voluntad. El texto no cae en la tentación del utopismo, señaló, que simplifica los problemas, ni del clericalismo, que estima que los clérigos son los llamados a decir la última palabra, desde una superioridad moral, en temas políticos, económicos y sociales. Gran parte de la tarea de hallar soluciones es responsabilidad de los laicos y compete a su actuación prudencial. Recordó, en ese sentido, el concepto vertido por Pio XII sobre la sana laicidad del Estado.

A continuación, el doctor Serrano Redonnet le preguntó al autor si todo lo que dice un papa pasa a formar parte de la doctrina social de la Iglesia y cómo distinguir lo que es magisterio social de lo que no lo es. El padre Irrazábal expresó que hay documentos de distinto nivel (encíclicas, exhortaciones, etc.), y que no es lo mismo una encíclica que una respuesta a una pregunta a boca de jarro en un avión. Y subrayó que, aunque un comentario provenga de un papa, debe guardar coherencia con los principios de la doctrina social y que no hay que pensar que todo lo que salga de la boca de un papa es infalible. Al respecto, recordó que en Evangelii Gaudium se acepta que los pastores tienen derecho a opinar, pero que sus pareceres entran, con otras opiniones, precisamente en el mundo de la opinión; y opinar, aclaró, no es lo mismo que pontificar.

Ante una pregunta pidiendo una aclaración sobre quienes argumentan que la DSI lleva al pobrismo, el autor aludió a una no recepción de la teología del desarrollo: se suele ver una exhortación a repartir, como si la riqueza surgiera de los árboles, como si no se viera la escasez y el desafío de producir. Según él, suele darse una visión demasiado sesgada hacia el aspecto distributivo y se pone poco énfasis para crear las condiciones para que los países se desarrollen.

En cuanto a ello, afirmó también que atribuir los males de la economía a los especuladores -englobados en “el mercado”, como si fuera un señor que espera a hacer el negocio cuando el mercado son millones de decisiones- es entender la especulación como algo malo, siendo que ésta da señales de lo que está yendo bien o mal, siendo que todos especulamos. Es como el canto de los pájaros que adelantan una catástrofe natural.

Irrazábal corrigió una visión existente de que el capitalismo fue propio de los países protestantes y no prendió en los católicos, como escribió Max Weber. Por el contrario, Irrazábal señaló que los principios de esa tendencia económica pueden encontrarse en el  norte de Italia, un país católico, que desarrolló instrumentos financieros. Cuando allí se perdió libertad política, pasó a Holanda y de allí a Londres, donde los expertos financieros eran italianos y tenían una calle “de los lombardos”. Gran Bretaña abandonó el mercantilismo, siguiendo a Holanda, y prosperó. En condiciones adecuadas, católicos y protestantes actuaron de manera similar. Así se vio en tanto en Baviera, católica, como en el resto de Alemania. Cuando la cultura dejó de ser autocrática y se permitió al ciudadano común tener iniciativa e innovar, el capitalismo floreció.

Irrazábal destacó que la vocación del hombre al desarrollo integral tiene base bíblica, teniendo en cuenta una antropología en la que el hombre es reflejo de la imagen de Dios.

Consideró asimismo que sería bueno que la interpretación de la pobreza no sea unilateral. Se parte de que la pobreza es una injusticia porque “alguien me sacó algo que me correspondía”. Y la pregunta debería ser cómo producir riqueza, no principalmente ni únicamente cómo distribuir la riqueza que existe.

Más adelante, dijo que un gran desafío es cómo articular  la autonomía individual con el bien común. Uno contribuye al bien común trabajando, haciendo un buen producto, siendo honesto,  etc. El derecho al trabajo es fundamental. ¿Por qué entonces, por ejemplo, el Estado me va a obligar a cerrar cada “fin de semana largo”? El bien común es el bien de las personas.

Sobre la justicia social, observó que el concepto nació a mediados del siglo XIX, con la idea de que más allá de las diferencias entre las personas por su condición social, hay derechos comunes a todos.  Ahora, la idea socialista es que hay que redistribuir y que constituye un deber del Estado intervenir para corregir los resultados que considera que no son justos. Y busca encontrar ganancias inesperadas de las que pueda apropiarse. Se tiene así no la patria subsidiaria, propia de la doctrina social de la Iglesia, sino la patria subsidiada.

El autor distinguió entre pobreza absoluta –la falta de bienes esenciales para una vida digna– y pobreza relativa. Millonarios como Elon Musk y Bill Gates pueden comprar cientos de pantalones, pero solamente ponerse uno solo. La desigualdad no implica en principio injusticia, ya que hay desigualdades que no son injustas en sí mismas. Es injusta cuando se funda en privilegios, con lo que se convierte en inequidad.

Irrazábal estimó que la DSI heredó un problema, es decir, una cierta sacralización del poder del Estado. En el siglo XIX, el temor a que la revolución se llevara por delante la organización social tendió a poner una confianza excesiva en el Estado. Pero san Juan Pablo II, con base bíblica, subrayó que el poder del Estado debía ser considerado con cautela.

En el intercambio de intervenciones posterior, se dijo que Juan Pablo II conoció el capitalismo desde abajo; el cual lo inspiró –habiendo conocido de cerca el comunismo centralizador estatista- para ver el sistema capitalista como economía de mercado. Por otro lado, el sistema que conoció Francisco es el de capitalismo de amigos, el de la Argentina, con su corrupción. Se observaron experiencias y sensibilidades distintas en los dos papas: más capacidad de abstracción en uno, más atención a los aspectos históricos en el otro. Por otro lado, se recordó que Francisco hace un elogio de los empresarios y éstos funcionan dentro del capitalismo.

El disertante señaló que la DSI no es una ideología, no es un modelo social, no es una tercera vía.  Es una instancia ética que está por encima de las ideologías, de los sistemas sociales; son principios éticos con los cuales se evalúan los distintos sistemas y situaciones. Destacó la dignidad de la persona humana, que implica  respeto por su libertad; el bien común, la subsidiariedad -por el cual el Estado no debe absorber actividades adecuadamente realizadas por particulares, familias, organizaciones sociales, cuerpos intermedios, sino dejarles espacio, promoverlas y actuar subsidiariamente cuando aquellos sujetos no pueden satisfacer ciertas funciones-, la solidaridad -la determinación de empeñarse por el bien común, es decir por el bien de todos y de cada uno, para que todos sean verdaderamente responsables de todos-. De todos modos, señaló en la DSI una inclinación preferencial por la democracia liberal, la creatividad humana libre, la economía de empresa, la libertad de mercado. Le parece algo incontrastable, a la luz de los documentos y de la tradición precedente.

Finalmente, el autor invitó a no pretender atribuirles a nuestros gustos u opiniones la autoridad de la Iglesia, y a dialogar para ver en qué medida somos coherentes con esos criterios éticos fundamentales que nos brindan la razón y la fe.

En el acto, Cecilia Vázquez Ger, directora ejecutiva del Instituto Acton, entidad organizadora de esta presentación, se congratuló de que con este nuevo texto esa entidad ha llegado a publicar ya 28 libros.

El libro lo editó Ágape, y su director, Javier Colabelli, estaba presente entre el medio centenar de personas que llenaron el recinto.

Auspiciaron la presentación del libro la editorial Ágape, la fundación Atlas, la revista Criterio, la Universidad Austral y la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA).+