Por Víctor Bermúdez-Yánez
Fuente: Blog Fe y Libertad
El diálogo interdisciplinar incipiente y necesario entre el CENSES y el IFYL
En algunos ámbitos científicos y teológicos se percibe, en lugar de diálogo y búsquedas académicas conjuntas, rechazos y no pocos prejuicios muchas veces más ideológicos que con fundamento científico-académico.
Por una parte, hay que aceptar, desde dentro de la Iglesia católica, que ciertos religiosos o sacerdotes emiten opiniones sobre cuestiones de las cuales saben muy poco o casi nada, o de las cuales no consultan al menos a colegas que son verdaderos profesionales y especialistas en temas de las ciencias naturales, empíricas, sociales o humanistas aparte de la filosofía y la teología, áreas en las que usualmente estamos formados los pastores eclesiásticos católicos.
Por otra parte, existen también ya sea instituciones académicas o centros de investigación que a priori excluyen a cualquier especialista en filosofía o teología sobre todo si es religioso o sacerdote, y especialmente si es católico, por considerarlos con una formación a la que le dan poca o nula importancia en el debate científico contemporáneo.
Ambas posiciones pueden ser consideradas extremas e inaceptables, puesto que el desarrollo contemporáneo tanto de las ciencias sociales, empíricas, humanas y teológicas tienen sus propios fundamentos epistemológicos que juntas, nunca aisladas, conforman todo el proceso de conocimiento humano.
¿Qué es la Doctrina Social de la Iglesia?
De todo este vasto cultural-académico humano, me concentro en esta ocasión entre un área de la teología católica llamada «Doctrina Social de la Iglesia» (DSI), y su relación con las ciencias económicas y políticas. Ante todo, la DSI como preocupación pastoral de la Iglesia sobre las realidades políticas, económicas y sociales en la que viven los fieles cristianos ha estado presente desde los primeros siglos, sobre todo en las reflexiones de los llamados Padres de la Iglesia (cfr. Nicola, 2013) sobre la persona, la sociedad, la libertad, etc.; pero se considera que su nacimiento como una reflexión sistemática se dio con la publicación de la encíclica Rerum novarum por el papa León XIII el 5 de mayo de 1891. A partir de esa fecha, la DSI se ha alimentado con el magisterio de los papas y con otros documentos nacidos también en el seno de los diversos episcopados de la Iglesia católica.
Aunque hay muchas definiciones sobre la DSI, ha sido el papa Juan Pablo II quien mejor la ha explicado, al afirmar que ella es
la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial. (Sollicitud rei socialis, 41)
Esto se enmarca dentro de la misión propia de la Iglesia que, con la DSI, no ofrece ni soluciones técnicas en los ámbitos sociales, económicos o políticos, ni vías alternas a otras propuestas en esos mismos ámbitos, sino que,
con su doctrina social, la Iglesia se preocupa de la vida humana en la sociedad, con la conciencia que de la calidad de la vida social, es decir, de las relaciones de justicia y de amor que la forman, depende en modo decisivo la tutela y la promoción de las personas que constituyen cada una de las comunidades. En la sociedad, en efecto, están en juego la dignidad y los derechos de la persona y la paz en las relaciones entre las personas y entre las comunidades. (Compendio DSI, 81)
La DSI en el diálogo entre razón y fe con las ciencias económicas y políticas
El diálogo, entonces, entre la DSI y las ciencias económicas, políticas, antropológicas, etc., forma parte de la necesaria apertura que todas las ciencias tienen o deben tener entre sí; en el sentido que los resultados de las investigaciones en cada uno de esos campos construyen junto a otros resultados una idea más cercana a las realidades tremendamente complejas del ser humano, el universo, las sociedades, etc.
En esta línea de pensamiento viene a mi mente la recomendación que el papa Juan XXIII dio al sacerdote jesuita P. Martin McCarthy, astrónomo del Observatorio del Vaticano:
Dos son las tareas que se te asignan: una es la de explicar el mundo de la ciencia a la Iglesia católica; la otra es la de explicar la Iglesia católica a tus colegas científicos. (cfr. Omizzolo y Funes, 2016).
De esta manera, el diálogo entre la DSI y las ciencias económicas y políticas se ve enriquecido cuando se derrumban prejuicios y se busca construir puentes de mutuo apoyo científico y académico, desde los propios fundamentos epistemológicos, pero sin cerrarse en autorreferencialidades ni limitarse a la búsqueda de la verdad aisladamente. El Concilio Vaticano II lo deja muy claro cuando acepta la autonomía de las cosas creadas en su debido sentido:
Si por autonomía de la realidad terrena se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía… y responde a la voluntad del Creador. Pues, por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte. (Gaudium et Spes, 45)
Este esfuerzo se ha estado construyendo, en los últimos veinte años, por una cantidad de hombres y mujeres expertos no solo en filosofía o teología, sino también en economía, política, antropología, comunicaciones, lenguaje, etc., algunos de ellos con no pocas oposiciones por sus pares. Son loables, pues, los esfuerzos del Hno. Joseph Keckeissen S. D. B., P. James Sadowsky S. J., Gabriel Zanotti, Tony Flood, Grice-Hutchinson Marjorie, Rafael Termes, Jay W. Richards, Gabriel Le Senne, etc.
Finalmente, hay que recordar que la misma DSI está abierta a este trabajo en conjunto, como un diálogo serio y profesional, no ideológico, «para encarnar cada vez mejor, en contextos sociales, económicos y políticos distintos, y continuamente cambiantes, la única verdad sobre el hombre, esta doctrina entra en diálogo con las diversas disciplinas que se ocupan del hombre, e incorpora sus aportaciones» (Juan Pablo II, Centessimus annus, 59).
El caso específico del CENSES y el IFYL
Para finalizar, quiero referirme al esfuerzo que en los últimos años se ha estado construyendo entre el Centro Salesiano de Estudios Superiores y el Instituto Fe y Libertad, que comenzó con un sencillo diálogo, espontáneo, respetuoso, abierto, serio y profundo entre una mujer culta, católica comprometida, profesional, formada en una de las mejores universidades de Guatemala, la Dra. Carrol Rodríguez, y un sencillo sacerdote salesiano, docente universitario de filosofía, teología y educación, y muy interesado en la formación de futuras generaciones de religiosos y sacerdotes con la mejor educación posible desde la sagrada escritura, la filosofía, la teología, las ciencias humanas y empíricas y la espiritualidad, vuestro servidor el P. Víctor Bermúdez-Yánez S. D. B.
Desde ese primer diálogo, hace ya unos dos años, se han venido estrechando los lazos académicos de ambas instituciones hasta la concreción de la organización conjunta de las «Jornadas de Filosofía» 2024 con el tema «Importancia y actualidad del pensamiento de santo Tomás de Aquino a los 750 años de su dies natalis in caelo», que tuvo como conferencista invitado al Dr. Gabriel Zanotti, y la firma del Memorandum de Entendimiento entre ambas instituciones el pasado mes de octubre de 2024.
En la esperanza que no defrauda como conclusión
No cabe la menor duda de que hay mucho camino que recorrer, pero en la vía del verdadero optimismo cristiano, tenemos la confianza y la fe puesta en que ambas instituciones, en trabajo conjunto, están llamadas a ofrecer un verdadero servicio académico y de formación tanto a la Iglesia como a las sociedades del mundo, sobre todo de América Latina.
Vitam impendere vero!
Víctor Bermúdez-Yánez
Guatemala
Académico y sacerdote salesiano con una sólida formación en filosofía, teología y educación. Actualmente es candidato a doctor en Filosofía de la Educación y posee múltiples títulos de postgrado, entre ellos maestrías en Docencia Superior y Tecnología Educativa. Su formación académica abarca universidades de renombre en Italia, Guatemala y El Salvador.
Ha desempeñado cargos clave en la educación salesiana, como director académico del Centro Salesiano de Estudios Superiores de la Universidad Mesoamericana de Guatemala y vicerrector de la Universidad Don Bosco de El Salvador. También es miembro del Patronato de la Universidad Salesiana Mesoamericana y ha desempeñado un papel activo en la formación y enseñanza de los jóvenes.
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