Por Jordan Ballor

En la conclusión del primero de sus dos capítulos que exploran la virtud teologal de la fe en su libro Mero Cristianismo, C. S. Lewis ofrece una breve ilustración que ayuda a establecer un buen escenario para una discusión sobre la relación entre la teología y la economía, una relación que necesita ahora una reparación seria. Lewis quiere mostrar que un elemento clave de la fe es la comprensión de los orígenes divinos de todas las cosas. Escribió: ”Cada facultad que tienes, tu poder para pensar o mover las extremidades de un momento a otro, te ha sido dado por Dios”. Una consecuencia de esta realidad es que, como Lewis lo expresa: «Si has dedicado cada momento de tu vida exclusivamente a Su servicio podrías no darle nada que en un sentido no fuese ya Suyo”.

Para hacer comprensible esta profunda verdad teológica, Lewis usa una de sus imágenes mundanas, pero memorables:

«Así que cuando hablamos de un hombre haciendo algo para Dios o dando cualquier cosa a Dios, te diré lo que en realidad es. Es como un niño pequeño que va con su padre diciéndole: «Papá, dame seis peniques para comprarte un regalo de cumpleaños”. Por supuesto que el padre lo hace, y él está contento con el regalo del niño. Todo es muy agradable y correcto, pero sólo un idiota pensaría que el padre ha ganado seis peniques con la transacción.»

Ahora, una serie de conceptos teológicos económicos y relacionados vienen inmediatamente a la mente a partir de esta breve ilustración. En primer lugar, está la referencia al dinero, en este caso los seis peniques, una moneda británica acuñada desde 1551 hasta finales de 1960, cuando era más o menos equivalente a un nickel de EEUU. A continuación están los elementos del regalo del intercambio, del padre al hijo y luego recíprocamente del niño al padre. También contamos con la compra del regalo, una transacción del niño con un vendedor u otro. Y por último, tenemos el sorprendente juicio de Lewis sobre el valor de esta serie de intercambios, en términos económicos y otros.

Lewis and Aslan SMALLEREs notable, tal vez, que al intentar comunicar una verdad teológica básica, como el origen y la propiedad divina de toda la creación, Lewis deba elegir una ilustración que se basa principalmente en las realidades económicas. Pero, por supuesto, Lewis tiene un excelente antecedente de esto en las parábolas de Jesús, muchas de las que en mayor o menor grado pueden aprovechar imágenes económicas conocidas de una audiencia en la Judea del primer siglo, sobre todo la parábola de los talentos que se puede ver como análoga, hasta cierto punto, de la imagen de seis peniques de Lewis.

Importante, también, es que en las parábolas de Jesús como en la más moderna de Lewis, los elementos económicos ocupan un lugar destacado, pero no son, después de todo, el punto último de lo ilustrado. Aquí Lewis no hace más un intento de ofrecer una lección de economía básica del que Jesús está tratando de usar para instruir a sus oyentes acerca los puntos más finos de los mercados de trabajo, con la parábola de los obreros de la viña (Mateo 20:1-16). En cambio, como John Bolt observa en su reciente libro Economic Shalom, en parábolas como “¡la economía es un símil para el reino de Dios!» Estas parábolas no son principalmente acerca de la economía, a pesar de que, a medida que continúa Bolt, tales “enseñanzas, por supuesto, son aplicables a la vida cristiana de los discípulos, incluyendo nuestra vida económica; nuestra gestión de los dones de la gracia de Dios no se limita a, pero también incluye nuestras posesiones”.

Y sin embargo, la facilidad con la que los asuntos económicos mundanos se tejen en estas historias, historias que tienen más altas metas espirituales, en sí mismas nos enseñan algo acerca de la relación entre las cosas de Dios y las cosas de este mundo. No hay dicotomía radical ni separación tal que las realidades económicas como la producción, la inversión, la deuda, el comercio sean de alguna manera demasiado profanas como para no servir como vehículos de la verdad revelada. Es, de hecho, una afirmación tradicional entre los teólogos cristianos que no hay nada tan bajo y vil en la creación que sea incapaz de un modo u otro de proclamar la gloria de su Creador.

Por lo tanto, el reformador italiano del siglo XVI Pietro Martire Vermigli afirmó de su propia obra, «Para mí, es suficiente haber dicho que no puede haber nada que se encuentre en el mundo, tan abyecto y despreciable, que no dé un testimonio de Dios”. ¡Para los tengan oídos para escuchar, incluso un administrador deshonesto que descaradamente desvía fondos de la empresa para fines privados, tiene algo que enseñarnos acerca del reino de Dios!

La economía de seis peniques, al igual que las enseñanzas económicas de las parábolas de Jesús, nos muestra la responsabilidad de administración que Dios ha dado a los seres humanos, creados a su imagen y semejanza, y dotados de talentos, energías, disposiciones, ideas y pasiones. Dios nos da eso para que podamos, a su vez, regresarlo a él y en el proceso, llegar a ser más como él. Este es el «gran intercambio” de la economía de seis peniques.

Nota

La traducción del articulo Sixpence Economics, publicado por el Acton Institute el 11 de junio de 2014, es de ContraPeso.info: un proveedor de ideas que explican la realidad económica, política y cultural que sostiene el valor de la libertad responsable y sus consecuencias lógicas.