Por Gabriel J. Zanotti

Para el Instituto Acton Argentina

Octubre de 2011

Si, es imparable. Es como intentar tapar el sol con el dedo. Matrimonio homosexual, eutanasia, madre sustituta, cambio de sexo, niños hijos de lesbianas que deciden ser niñas, etc., etc., etc., etc.

Las actitudes de los católicos –laicos y jerarquía- ante todo esto son diversas. Algunos se parapetan en nuevas catacumbas con una espada y un escudo contra el herético mundo moderno. Otros intentan pelearla desde el mundo. Entre estos últimos las actitudes son también diversas. Unos intentan que la legislación estatal sea contraria todo ello basándose en la ley natural que estaría fundada en la sola razón, para evitar la crítica de “católico”. Pero ¿ser católico es ahora una crítica que debemos evitar? Benedicto XVI dijo, en Enero de 2008, que hay una razón pública cristiana, que puede hablar con el no cristiano sin renegar de su posición de cristiana. ¿Cómo es eso posible? Con un nuevo replanteo entre la razón y la fe, donde la razón es la fe judeo-cristiana que busca el entender, y desde ese entender, entendernos con todos.

Otros tenemos, además, una agenda más amplia. El mundo no es como nos gustaría que fuera en muchos aspectos. Los niños no sólo mueren por el aborto: mueren también por el hambre, la desnutrición, el hacinamiento, los adultos mueren de abandono y depresión por el trabajo perdido, por la familia que no logran sostener, los inmigrantes mueren porque por las leyes anti-migratorias, son obligados a huir de sus infiernos en condiciones infernales, y muchos católicos apoyan todas esas medidas estatistas que producen el subdesarrollo, el hambre, la miseria, la muerte más indigna, en última instancia, pero no se sienten culpables en absoluto: no, los culpables seríamos nosotros, los partidarios de la economía de mercado, los cerdos capitalistas cuyo liberalismo es pecado, mientras ellos, desde su torre de marfil, hablan de la cultura de la vida mientras su anti-liberalismo militante lleva a millones de seres humanos a la muerte.

La agenda es más amplia. Pero es verdad, sí, que desde el lado no cristiano, los mismos estatistas capaces de imponer todo y excluir el derecho a la libertad de conciencia, en la parte de libertad sexual y reproductiva han concentrado la libertad individual, mientras la niegan para lo demás. Libertad individual que, bien pensada, como hemos dicho, no incluye la libertad de matar embriones, destruir minúsculos seres humanos congelados y obligar al médico a quitar el suero al paciente que se mantiene en vida sin medios extraordinarios.

Todo eso es verdad, hay que decirlo, sí, pelearlo como luchamos por la libertad de comercio y la economía de mercado, porque detrás de todo ello está también la vida de todo ser humano que nace en este difícil planeta. Pero calma: los valores han cambiado y contra eso, los ataques de nervios políticos no sirven para nada. El clericalismo de los católicos (véase que NO hablamos de “Iglesia”) ha durado 17 siglos y el equilibrio entre ese clericalismo y la sana laicidad no parece encontrarse entre los mismos católicos. Tal vez tengan que pasar muchos siglos más para que los católicos seamos vistos de otro modo en el mundo actual, con una autoridad moral que nunca hemos tenido hasta ahora, dada nuestra visión de la política: planes plagados de racionalidad instrumental para meternos en un mundo que nos es extraño, para ser extraños buzos en el barro de la historia, más que peces en el inmenso mar del mundo y de la historia que, a los laicos, nos debe ser propio. Los católicos no terminamos de asumir al mundo. No nos acostumbramos al mundo, creemos que hacer política es planear con los obispos cómo infiltrarnos en la cultura de la muerte; no concebimos al mundo como la vida que verdaderamente nos toca y, en ese sentido, como la cultura, no sé si de la vida, pero sí de nuestra vida, mejor o peor, siempre cambiante, con luces y sombras diferentes según los diversos momentos históricos, sin desesperar, sabiendo que todo es caminata, constructiva, sí, hacia la morada eterna. El mundo no se nos vino encima, sencillamente, se nos olvidó. Siempre seremos un puñadito, sí, pero una cosa es ser manso como paloma y astuto como serpiente, y otra cosa es estar siempre enojado, perder mansedumbre, ser tonto como gallina y hablarle al mundo con una mentalidad que muestra que definitivamente no queremos ser parte de él. No es que el mundo nos pasará por encima. Sencillamente, seguirá su curso, mientras nosotros seguiremos, ocultos, en nubes y catacumbas.