EL INSTITUTO ACTON Y SU LUCHA CONTRA EL DRAMA DE LA POBREZA*

*Versión corregida y actualizada del artículo publicado en enero de 2014 el la página del Instituto Acton con el título «Sobre los pobres, explotados y excluidos», si bien fue escrito en 2007 antes de que se emitiera el documento de Aparecida (https://institutoacton.org/2014/01/20/sobre-los-pobres-explotados-y-excluidos/)

Con relación a algunas versiones que circularon en semanas pasadas respecto de nuestra institución, escribiremos sobre algunas ideas fundantes en el Instituto Acton, como es el drama de la pobreza, eje temático fundamental de la misión que nos convoca.
Dentro de los objetivos del Instituto Acton, está el diálogo entre los fundamentos de una «economía libre», «economía de mercado» (los términos pueden cambiar, estamos adoptando los distinguidos por Juan Pablo II en Centesimus annus), la tradición cristiana y la Doctrina Social de la Iglesia. Los partidarios de las economía de mercado (sean cristianos o no) no hablan de oprimidos, excluidos y explotados, términos interpretados, en general, bajo el paradigma de la lucha de clases. Se corre el riesgo de que esto sea visto como que los partidarios del mercado niegan que haya fenómenos de injusticia en los temas socioeconómicos, o que no les interesa el destino de quienes padecen inenarrables sufrimientos. Esto no es así. Hay injusticias que se traducen en miseria, desocupación y desnutrición, y condiciones de vida indignas que, aunque relativas a la circunstancia histórica, conmueven el corazón de cualquier persona de buena voluntad —sobre todo, de cualquier cristiano. a quien, como dijo Edith Stein, nadie le es indiferente.
En este sentido, también podemos hablar de oprimidos y excluidos, pero no desde la lucha de clases marxista o neomarxista, sino desde un sistema socioeconómico imperante en América Latina desde hace siglos, basado en la intervención del Estado en las variables económicas, la socialización de los medios de producción, el control estatal de la actividad privada y todo tipo de privilegios y prebendas sobre el sector llamado «privado». Ese sistema, considerado por muchísima gente «capitalista» o «neoliberal», es el responsable de haber impedido durante siglos la acumulación de capital que genera riqueza para todos, produciendo una masa cuasi-infinita de mano de obra barata o desempleada, cuyo destino terrenal se deshace entre la desnutrición, la enfermedad y la muerte. Esos son los «excluidos» de los beneficios que generaría un sistema apoyado en el ahorro con un salario real creciente, propio de aquellas naciones desarrolladas gracias a una genuina economía de mercado, con bases institucionales adecuadas, que han sido anuladas también en América Latina por autoritarismos, de izquierda y de derecha, que con delirios mesiánicos siguen añorando la figura cultural del virrey omnipotente. Son también los «oprimidos» por un sistema que los condena a la miseria y los «explotados» por una casta de dirigentes sindicales, empresarios prebendarios, funcionarios estatales y políticos que viven del presupuesto de un Estado que se alimenta permanentemente de impuestos y cuasi-confiscaciones al sector privado, a la libre iniciativa —para peor, en nombre de los pobres que dicen proteger.
Estas estructuras propias del crony capitalism o capitalismo de amigos son, sin lugar a dudas, un pecado social, un mal moral, además de un error técnico. En ellas sí se cumple esto de que «la riqueza de unos es a expensas de la pobreza de otros», como una torta fija que no crece, sino que aumenta las desigualdades y los privilegios indebidos. Es imperioso hacer las aclaraciones necesarias para diferenciarlas de las que sí son instituciones sanas, propias de la economía de mercado.
Claro que los cristianos y todas las personas de buena voluntad debemos preocuparnos por los oprimidos. Ello no solo no es incompatible, sino que es exigido por la conciencia cristiana, para lo cual es clave responder a la pregunta ¿cuál es el sistema que oprime?
Esto implica una opción preferencial por el pobre que padece el drama de la carencia material; su clamor nos duele y llama a nuestra conciencia. Por eso, quienes defendemos la economía de mercado, cristianos o no, lo hacemos porque nos preocupa la desocupación, la desnutrición y la miseria, y por eso elegimos ocuparnos de ello a través de la promoción y difusión de las ideas que han permitido a muchos pueblos salir de ella.
Desde la autonomía que nos cabe, proponemos de modo dialogante y amistoso un cambio de enfoque, no en los fines ni en la conciencia cristiana que nos mueve a todos, sino en la consideración de las causas socioeconómicas de lo que, verdaderamente, fue un mal espantoso ayer y lo sigue siendo en el siglo XXI.
Sin embargo, excluido el análisis de la lucha de clases, se produce otro cambio importante de enfoque: la clara conciencia de que, por más que se alcance la liberación de las estructuras sociales opresoras, ello no implica la redención de Cristo y la Libertad del Reino de Dios. Los sistemas sociales pueden ser mejores o peores, pero son siempre perfectibles y nunca se identifican con la perfección de la Gracia, de lo sobrenatural, de la redención que viene solo de Cristo.
Aclaradas estas cuestiones, quienes somos parte de instituciones como el Instituto Acton Argentina, partidarios de los derechos personales y de la economía de mercado, esperamos no quedar, valga la redundancia, excluidos del diálogo y oprimidos por la incomprensión, y que nuestro aporte se reciba como parte de un proceso de evolución sociocultural donde las ideas importan para conformar una sociedad madura.

Gabriel Zanotti