Por Gabriel Zanotti
Fuente: Filosofía para mí
13 de agosto de 2023

Para los lectores de Francisco Leocata, no es novedad su esencial distinción entre Iluminismo y modernidad. El mundo post medieval no es un camino hacia un idealismo primero y un empirismo después, todos haciendo eclosión en un Iluminismo cientificista cerrado a la trascendencia. El mundo moderno no nace en un Descartes idealista que termina en el ateísmo hegeliano, como han dicho Fabro y Gilsón. El mundo post-medieval tiene una riqueza mayor, tal que permite distinguir entre una modernidad católica, abierta a la trascendencia, y dentro de ella, a la ciencia, los derechos de la persona y la sana laicidad, y un Iluminismo positivista y neopositivista cerrado a la trascendencia, con una visión de los derechos del hombre enfrentados a la autoridad de Dios, a una ciencia que barrería con el oscurantismo medieval, a un laicismo que atenta contra la libertad religiosa.

Pero ello, dicho así, es aún muy sencillo. Leyendo La vertiente bifurcada[1], una obra culmen del pensamiento de Laocata, es la habitual organización de la filosofía moderna la que debe ser transformada. Esa visión según la cual hay un racionalismo que nace en Descartes y termina en Leibniz, y en un empirismo que hace en Bacon y termina en Hume, dicotomía que intenta ser superada por un Kant que termina en otro tipo de idealismo, todo ello aparece casi falso ante los planteos historiográficos de Francisco Leocata, paralelos a los de Del Noce[2] y Borguesi[3].

El eje central del corte con la tradición católica se encuentra para Leocata en el libertinismo erudito: Montaigne, Charron, La Mothe Le Vayer[4], que habrían sintetizado en su pensamiento lo peor del epicureísmo y el escepticismo antiguos, produciendo con ello esa visión del hombre donde no hay moral y sólo la construcción arbitraria de sí mismo, que es lo que habitualmente los tradicionalistas (desde las diversas corrientes lefevrianas hasta los sedevacantistas) llaman “liberalismo”. Estoy autores han sido estudiados por Labrousse, Bertelli, Pintard[5] y otros. Esos autores son combatitos en su momento por el agustinismo post-cartesiano: Malebranche, Arnaud, Mersenne, Gerdil,  Pascal, Fenelon[6], estudiados todos ellos por Gilson, Gouhier y Del Noce.

Por ende, la modernidad católica no radica sólo en la Segunda Escolástica (Vitoria, Molina, Suárez), autores muy importantes en el campo político, ni tampoco sólo en Copérnico y Galileo, muy importantes en el campo científico, sino en una línea filosófica que tiene una lectura agustinista de Descartes, donde se destacan autores diversos, no unívocos, pero unidos en su esencial agustinismo, donde se destacan Malebranche, Pascal[7], Gerdil[8], llegando a la fundamental figura de Rosmini.

El Iluminismo, por el contrario, rechaza obviamente toda metafísica, tiene una consiguiente voluntad de inmanencia. Tiene dos ramas principales, una más radical, representada por Diderot, y otra más moderada, en D´Alambert[9], hasta llegar a Kant, autor que también debe ser reconsiderado por sus importantes componentes metafísicos en su ética[10].

Por ende, la Historia de la Filosofía Moderna debería re-organizarse de este modo:

  1. Filosofía post-medieval (s XIV), y a partir de allí,
  2. Modernidad Católica: Suárez, Molina, Vitoria, Cusa, Copérnico, Galileo, Descartes, Malebranche, Arnaud, Merseme, Pascal, Gerdil, Rosmini. La lista no es excluyente.
  3. Iluminismo (rechazo a toda metafísica, voluntad de inmanencia):

3.1., radical: libertinos eruditos y la corriente radical de la Revolución Francesa (Diderot)

3.2., ala moderada: D´Alambert y Kant.

  1. Autores intermedios entre 2 y 3, no fácilmente clasificables, con restos de la escolástica del s. XVI: Leibniz, Wolff, por un lado, Locke, Berkeley, Hume, por el otro.

Es difícil, pero si Leocata tiene razón, la organización habitual de la filosofía moderna, como idealismo por un lado y empirismo por el otro, todo ello enfrentado al Catolicismo, ya no cuenta. Un modo de pensar la modernidad, además, muy conveniente a un tomismo (que NO es igual a Santo Tomás) alineado con el rechazo total al mundo moderno de Pío IX en la Quanta cura. De esa visión de la filosofía no puede haber salido, por supuesto, el Vaticano II, que en su diálogo con el mundo actual, “actual” implica “moderno”, y para entender esto hay que remitir a J. Ratzinger[11].

Leocata debe estar en estos tiempos más vivo que nunca. Su reconsideración del mundo moderno, junto con Del Noce, constituye la clave para la hermenéutica correcta del Vaticano II, esa hermenéutica de la continuidad en lo esencial, y reforma en lo contingente, que propuso Benedicto XVI al principio de su pontificado[12], en el 2005. Sería bueno despertarse de vuelta en ese momento, como si todo lo posterior hubiera sido una pasadilla….

[1] UCA, Buenos Aires, 2013.

[2] Sobre Del Noce, ver Riva Posse, C.: La filosofía hecha mundo, Instituto Acton, Buenos Aires, 2023.

[3] De Borguesi, M., ver Secularización y nihilismo, Encuentro, Madrid, 2007, punto III, A.

[4] Loecata, op.cit., cap. II.

[5] Idem.

[6] Idem.

[7] Sobre Pascal, ver Leocata, op.cit., cap. IV.

[8] Sobre Gerdil, ver Leocata, F.: El problema moral en el siglo de las luces, EDUCA, Buenos Aires, 1995.

[9] Loacata, La vertiente bifurcada, op.cit., cap. VI.

[10] Sobre Kant, ver Leocata, op.cit., cap. IX.

[11] Obras Completas, Bac, Madrid, 2016, Tomos VII/1 y VII/2, donde comenta todos los documentos del Vaticano II.

[12] Discurso a la Curia del 22-12-2005.